Diferencia entre revisiones de «Aniceta»
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-En un buen colegio, y le vamos a cortar el pelo, para que no la conozca nadie. | -En un buen colegio, y le vamos a cortar el pelo, para que no la conozca nadie. | ||
− | El pelo no quería que se lo cortarían, pero bueno. Yo la peinaba siempre todos los días. Una noche estábamos | + | El pelo no quería que se lo cortarían, pero bueno. Yo la peinaba siempre todos los días. Una noche estábamos en la cocina las dos. Llovía, tronaba, relampagaba, ¡unos truenos! ¡Terrible! Yo tengo muchísimo miedo a los truenos. Lo le dije: |
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+ | Pero en esto, serían sobre las tres o las cuatro de la mañana, en enero o febrero, tuvo el éxtasis en la cocina. Se pone a abrir la puerta, yo me pongo en la puerta para que no me abriera, cosa tan rígida, tan dura, que no podía: abrió la puerta. Según salimos afuera vino un relámpago que parecía pero con sol, terrible, todo se vio claro. Se dio vuelta para mí, se tiró de rodillas allí delante de casa, me persignó con el crucifijo, me le dio a besar, se me quitó el miedo y no volvieron más los truenos. Pero las piedras caían tremendas. Y subimos a los Pinos. No, ese día fuimos al cementerio. Y veníamos cantando el rosario. Ella cantaba y yo contestaba cantando. Y cuando lleguemos al pueblo, ya íbamos por el segundo o tercer misterio, entonces ya salían las personas, iba saliendo la gente del pueblo. De casualidad no había nadie de forasteros, por la noche tan malísima que estaba. Y subimos a los Pinos. Y bajó de rodilla calleja abajo, con esa noche tremenda. Y vinimos a casa, y terminó el éxtasis en casa otra vez. Entonces: | ||
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+ | Y otra noche estaba Serafín en casa; le dije: |
Revisión del 22:36 17 abr 2018
Aniceta González González. Personajes.
Entrevista 1975, Parte 1, Parte 2, Parte 3.
(Le preguntan por el primer éxtasis del domingo 18 de junio de 1961)
Pero es que no le vi yo.
(Fue a las 20,30). Por ahí. El domingo el rosario es a las 15,30 y esto fue a las ocho y media o nueve. Como era en junio, era temprano todavía, de día. El día 2 de julio la primera (vez que vieron a la Virgen), el día de la Visitación. Después los vi todos. Hasta el primer mensaje, que el fue el 18 de octubre, luego después Conchita andaba sola, o con Mari Cruz, tenía el éxtasis martes y miércoles, viernes y sábado, cuatro días a la semana. No la vi yo tampoco la Comunión (visible). En mi casa, ya era sobre la una de la mañana, hora nuestra, y cuando yo subí arriba donde ella, estaba arriba con los primos y un cuñado mío, subí arriba y le dije:
-Conchita, vamos a rezar una estación para ver si viene el ángel.
Y me dice ella:
-No, no la rezo ya, que no tengo tiempo.
Entonces yo le dije:
-Pues vamos a rezar el Ángelus.
Rezamos el Ángelus y yo me bajé a la cocina; y al bajarme a la cocina, me dice un padre jesuita:
-¿Quién está arriba?
-Los primos, mi cuñado y una señorita de Fontaneda de Aguilar de Campoo.
-Suba usted arriba.
Y yo subí arriba y por la escalera la vi a ella así (junta las manos sobre el pecho con la mirada al cielo. Pero después yo no fui tras de ella. Yo sentí desde casa, porque no se pasar, unos gritos tremendos. Yo creía que las mataban, no sabía qué pasaba. Y me coge una señora por un brazo:
-Que lo vi, que lo vi.
-Pero qué viste.
-La Comunión.
-¿Viste la Forma?
-Sí.
-Entonces gracias a Dios.
Yo para mí estaba todo ya terminado. Me quedé tan satisfecha yo. Pero no la vi. Subieron en éxtasis a los Pinos. Subía delantero el padre Luis. Y según subió arriba dice(n) que dio unas voces: milagro, milagro; yo no lo oí, pero lo oyeron todos, Miguel también lo oyó. Y las muchachas dicen que el padre Luis vio el milagro, que estaba en éxtasis. (le vieron las niñas).
-El ultimo mensaje, el del 65, sí, yo me acuerdo. Salimos (de casa) sin tener el éxtasis, poroque ya tenía ella las llamadas.
El éxtasis final no lo ví. El día antes me dijo: déjame decirte algo el sábado, porque ella quería irse al convento. Un señor del pueblo la vio en los Pinos. No pude verle porque me lo dijo ella y no fui con ella. Porque tenía en casa gente (y pensé, si voy) armo ahora un remolino y vienen todos detrás. Por eso me quedé yo.
Año y medio las dos sentadas en la cocina. Una a un lado y otra a otro, cuatro días a la semana.
(Segunda Parte) Conchita estuvo en Santander a pruebas ocho días, yo estuve seis con ella; pero no la veía, ni la echaban a confesar, ni la echaban a misa, ni los domingos. La echaron a la playa, con las hermanas de un sacerdote, Odriozola, que era de la comisión. A la playa. Yo, como estaba con un sacerdote que es cuñado de un hermano mío, parecía y es muy santo y muy bueno; pues yo pensaba: Cómo este don Luis, sabiendo el ambiente que yo tengo con los mis hijos, sabiendo que los echo todos los días al rosario, a misa, que eran monaguillos, y que me la tenía allí sin echar a misa, sin confesar. Digo:
-Don Luis, cómo Conchita no va a comulgar, cómo Conchita no va a misa.
-Déjala, que hay que llevarla adonde un buen confesor.
-Pero don Luis, qué necesidad tiene Conchita de un tan buen confesor. Si con el que se confesaba allí, se confesaba bien; con ese me confieso yo. Era don Valentín, a mí siempre me gusta un sacerdote que me conociera, prefiero uno que me conozca siempre, yo. Y Conchita puede confesarse bien con usted.
Pero era que me la querían trestornar, hacer un lavado bueno de cerebro. Como (en efecto) le harían. a los seis días me dijeron que era un sueño, que que se yo, que la iban a meter en un colegio. Yo pensé: del mal, pues viene el bien. Si la meten en un colegio, mejor es que no que esté arrastrada como anda su madre, pensé para mis adentros.
-En un buen colegio, y le vamos a cortar el pelo, para que no la conozca nadie.
El pelo no quería que se lo cortarían, pero bueno. Yo la peinaba siempre todos los días. Una noche estábamos en la cocina las dos. Llovía, tronaba, relampagaba, ¡unos truenos! ¡Terrible! Yo tengo muchísimo miedo a los truenos. Lo le dije:
-Mira, Conchita, dile a la Virgen que esta noche no salgas de casa.
-Ay, hija, yo tengo que seguir por donde me mande la Virgen.
-Ay, pero pídeselo, dile que no salgas.
Pero en esto, serían sobre las tres o las cuatro de la mañana, en enero o febrero, tuvo el éxtasis en la cocina. Se pone a abrir la puerta, yo me pongo en la puerta para que no me abriera, cosa tan rígida, tan dura, que no podía: abrió la puerta. Según salimos afuera vino un relámpago que parecía pero con sol, terrible, todo se vio claro. Se dio vuelta para mí, se tiró de rodillas allí delante de casa, me persignó con el crucifijo, me le dio a besar, se me quitó el miedo y no volvieron más los truenos. Pero las piedras caían tremendas. Y subimos a los Pinos. No, ese día fuimos al cementerio. Y veníamos cantando el rosario. Ella cantaba y yo contestaba cantando. Y cuando lleguemos al pueblo, ya íbamos por el segundo o tercer misterio, entonces ya salían las personas, iba saliendo la gente del pueblo. De casualidad no había nadie de forasteros, por la noche tan malísima que estaba. Y subimos a los Pinos. Y bajó de rodilla calleja abajo, con esa noche tremenda. Y vinimos a casa, y terminó el éxtasis en casa otra vez. Entonces:
-¿Ves Mama, cómo no fuimos?
-Cómo no fuimos, si hemos andado todo esto. Fuimos al cementerio, fuimos a los Pinos, cantamos el rosario.
-Pero aquí, dice ella.
-No, señora, salimos fuera.
Y otra noche estaba Serafín en casa; le dije: