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"De la experiencia del exilio a las primeras expulsiones: los misioneros jesuitas en Japón (siglos XVI-XVII)", José Javier Ruiz Ibáñez and Bernard Vincent (ed.), Refugiados, exiliados y retornados en los mundos ibéricos, Fondo de cultura económica, 2018, segunda parte, p. 65-142.
"De la experiencia del exilio a las primeras expulsiones: los misioneros jesuitas en Japón (siglos XVI-XVII)", José Javier Ruiz Ibáñez and Bernard Vincent (ed.), Refugiados, exiliados y retornados en los mundos ibéricos, Fondo de cultura económica, 2018, segunda parte, p. 65-142.
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(101 el navío de Macao ya no es imprescindible para acceder a la seda china) "Si los portugueses aún son los más grandes importadores de seda a Japón, en 1612 la mayoría de la seda ya es traída por los otros europeos, pero también por los japoneses, cuya embarcación ha obtenido en sello rojo, es decir, la autorización de comerciar con el extranjero.41 La pérdida de influencia de los mercaderes portugueses fragiliza la posición de los jesuitas, aún por mostrarse Ieyasu cada vez más desconfiado hacia los ibéricos, temiendo que estos últimos apoyen a los daimyô cristianos que se sublevarían contra su autoridad. Así Ieyasu decide en 1614 proclamar un edicto decretando la expulsión de los misioneros y la prohibición del cristianismo. A diferencia del edicto de 1587, el de 1614 sí es aplicado y la prohibición es aplicada con rigor por las autoridades. Los jesuitas son obligados a replegarse sobre Macao o las Filipinas. En cuanto a los cristianos japoneses son duramente perseguidos, obligados a apostatar bajo tortura o a exiliarse para seguir fieles al cristianismo."
(101 el navío de Macao ya no es imprescindible para acceder a la seda china) "Si los portugueses aún son los más grandes importadores de seda a Japón, en 1612 la mayoría de la seda ya es traída por los otros europeos, pero también por los japoneses, cuya embarcación ha obtenido en sello rojo, es decir, la autorización de comerciar con el extranjero.41 La pérdida de influencia de los mercaderes portugueses fragiliza la posición de los jesuitas, aún por mostrarse Ieyasu cada vez más desconfiado hacia los ibéricos, temiendo que estos últimos apoyen a los daimyô cristianos que se sublevarían contra su autoridad. Así Ieyasu decide en 1614 proclamar un edicto decretando la expulsión de los misioneros y la prohibición del cristianismo. A diferencia del edicto de 1587, el de 1614 sí es aplicado y la prohibición es aplicada con rigor por las autoridades. Los jesuitas son obligados a replegarse sobre Macao o las Filipinas. En cuanto a los cristianos japoneses son duramente perseguidos, obligados a apostatar bajo tortura o a exiliarse para seguir fieles al cristianismo."
(102)
"El jesuita Matheo de Couros, presente en el archipiélago nipón, redacta una lista de los lugares donde el cristianismo aún tiene una presencia sólida.45 [Carta de Matheo de Couros al general Vitelleschi, escrita en Nagasaki el 15 de septiembre de 1618, SCHÜTTE, 1975, pp. 812-818.] La ficción de la permanencia de la misión jesuita continúa en la redacción de catálogos, detallando los lugares donde los misioneros están aún presentes hasta 1654, pero, en esa fecha, la misión japonesa está definitivamente perdida. [] Se encuentra a Takayama Ukon, quien tras perder su feudo en la persecución de 1587 se exilia en 1614 en Manila, donde muere a los40 días de su llegada por una enfermedad. Figura singular de esta cristiandad japonesa por su adhesión a la Compañía de Jesús, Takayama Ukon es, sin embargo, una excepción que es exaltada por los jesuitas como la figura del perfecto caballero cristiano, presto a sacrificar su rango por permanecer fiel al catolicismo. Otros japoneses aceptan exiliarse en Manila como lo hicieron notablemente varias comunidades. Es (103) el caso de la organización conventual femenina de Miyako (Miyako nobikuni), fundada por Julia Naito Julia y próxima a los jesuitas, que esexpulsada hacia las Filipinas en 1614.48 (WARD, 2009, p. 61.) Pero la mayor parte de los cristianos permanecen en Japón y sufren toda la brutalidad de las persecuciones que proseguirán hasta mediados del siglo XVII. El rechazo al exilio no es sinónimo de abandono de la fe cristiana, y basta con recordar el número de los conversos que prefirieron ser cristianos y que fueron quemados vivos o decapitados a apostatar o la constitución de criptocomunidades cristianas en las islas más aisladas del archipiélago."

Revisión actual - 16:44 19 abr 2022

Vu Thanh, Hélène (volver a Bibliografía Japón)

"De la experiencia del exilio a las primeras expulsiones: los misioneros jesuitas en Japón (siglos XVI-XVII)", José Javier Ruiz Ibáñez and Bernard Vincent (ed.), Refugiados, exiliados y retornados en los mundos ibéricos, Fondo de cultura económica, 2018, segunda parte, p. 65-142.

p. 99 El cambio sucede tras una campaña militar desarrollada en Kyûshû en 1587. Hideyoshi tiene la ocasión de mesurar la influencia de los jesuitas en el sur del archipiélago y en los daimyô conversos. Esto le llevó a emitir un edicto de expulsión de los misioneros y de cierre de iglesias en julio de 1587.36 Los jesuitas atribuyeron este cambio de situación al abuso del alcohol y a la duplicidad Hideyoshi, pero este estaba sobre todo preocupado por la lealtad de los daimyô cristianos ligados a los intereses portugueses. No obstante, en la práctica, Hideyoshi solo depuso a un único daimyô cristiano, Takayama Ukon, jugado como demasiado próximo a los misioneros, mientras que, de los 120 jesuitas reagrupados en Hirado, solo tres abandonaron Japón.37

Si las consecuencias numéricas de esta primera expulsión son modestas, la persecución de 1587 tuvo sin embargo repercusiones importantes para la misión jesuítica, que fue forzada a vivir en parte en la clandestinidad y perdió la administración de Nagasaki que fue confiada a dos gobernadores (bugyô) nombrados por el poder central. Sobre todo, la decisión de Hideyoshi mostraba los cambios políticos que se estaban produciendo en Japón y la fragilización de las posiciones misionales europeas. En efecto, el texto del edicto reafirma el carácter extranjero del cristianismo en el país, contrario a las leyes de los kami y hotoke, las divinidades budistas y sintoístas. Por lo demás, la llegada de Hideyoshi al poder abría una nueva etapa en la centralización creciente del poder: el nuevo hombre fuerte del país esperaba la plena sumisión de los daimyô a su autoridad, lo que entra en contradicción con la influencia que los misioneros ejercían sobre los conversos, y particularmente sobre los señores cristianos. Los jesuitas habían tenido la pretensión de dictar la moral, particularmente respecto a las cuestiones políticas. Hideyoshi no podía sino inquietarse ante la influencia que la Compañía de Jesús podía ejercer sobre un personaje como Takayama Ukon, y que esta dirigiera una parte del territorio japonés, la propia villa de Nagasaki. El acta de expulsión de los jesuitas es vista como una afirmación de la autoridad centralizadora sobre las acciones de sus subordinados más que como un rechazo del cristianismo en tanto que religión.38 El edicto de 1587 no condena el cristianismo en sí mismo y no parece que el poder haya estado resuelto a desarrollar una persecución de envergadura contra los cristianos. Algunos años más tarde, en 1593, el propio Hideyoshi entregará algunas tierras a los franciscanos. Lo mismo se puede decir dela falta de voluntad de expulsar a los europeos: los mercaderes portu- (notas) 36 BOXER, 1951, p. 148. El texto del edicto de expulsión en FRÓIS, 2002, fol. 491-492v. 37 Sobre Takayama Ukon, véase LAURES, 1942, pp. 86-112. 38 BERRY,1982, p. 92.

(100 con Tokugawa Ieyasu) Si hubo persecuciones y si los jesuitas fueron forzados a abandonar algunas regiones, estos acontecimientos fueron puntuales y obedecían a la iniciativa de los señores locales y no al poder central.40 (nota: Fue el caso de Bungo donde el nuevo daimyô se mostró hostil al cristianismo.) En 1605, Ieyasu triunfó donde Hideyoshi había fracasado y logró transmitir el poder a su hijo Hidetada. El cambio en la jefatura del país coincide con la llegada de nuevas potencias europeas, notablemente las Provincias Unidas, deseosas de comerciar con Japón. Los mercaderes portugueses, apoyo de los misioneros, perdieron parte de su influencia sobre un poder nipón menos inclinado a mostrarse tolerante respecto a los religiosos cristianos. Ieyasu los había tolerado por parecerle intermediarios esenciales en las relaciones comerciales con los portugueses, ahora, los jesuitas ya no están en dicha posición. La presencia del inglés Will Adams junto al shogun tiene como resultado que este prescinda del jesuita João Rodrigues como su intérprete.

(101 el navío de Macao ya no es imprescindible para acceder a la seda china) "Si los portugueses aún son los más grandes importadores de seda a Japón, en 1612 la mayoría de la seda ya es traída por los otros europeos, pero también por los japoneses, cuya embarcación ha obtenido en sello rojo, es decir, la autorización de comerciar con el extranjero.41 La pérdida de influencia de los mercaderes portugueses fragiliza la posición de los jesuitas, aún por mostrarse Ieyasu cada vez más desconfiado hacia los ibéricos, temiendo que estos últimos apoyen a los daimyô cristianos que se sublevarían contra su autoridad. Así Ieyasu decide en 1614 proclamar un edicto decretando la expulsión de los misioneros y la prohibición del cristianismo. A diferencia del edicto de 1587, el de 1614 sí es aplicado y la prohibición es aplicada con rigor por las autoridades. Los jesuitas son obligados a replegarse sobre Macao o las Filipinas. En cuanto a los cristianos japoneses son duramente perseguidos, obligados a apostatar bajo tortura o a exiliarse para seguir fieles al cristianismo."

(102) "El jesuita Matheo de Couros, presente en el archipiélago nipón, redacta una lista de los lugares donde el cristianismo aún tiene una presencia sólida.45 [Carta de Matheo de Couros al general Vitelleschi, escrita en Nagasaki el 15 de septiembre de 1618, SCHÜTTE, 1975, pp. 812-818.] La ficción de la permanencia de la misión jesuita continúa en la redacción de catálogos, detallando los lugares donde los misioneros están aún presentes hasta 1654, pero, en esa fecha, la misión japonesa está definitivamente perdida. [] Se encuentra a Takayama Ukon, quien tras perder su feudo en la persecución de 1587 se exilia en 1614 en Manila, donde muere a los40 días de su llegada por una enfermedad. Figura singular de esta cristiandad japonesa por su adhesión a la Compañía de Jesús, Takayama Ukon es, sin embargo, una excepción que es exaltada por los jesuitas como la figura del perfecto caballero cristiano, presto a sacrificar su rango por permanecer fiel al catolicismo. Otros japoneses aceptan exiliarse en Manila como lo hicieron notablemente varias comunidades. Es (103) el caso de la organización conventual femenina de Miyako (Miyako nobikuni), fundada por Julia Naito Julia y próxima a los jesuitas, que esexpulsada hacia las Filipinas en 1614.48 (WARD, 2009, p. 61.) Pero la mayor parte de los cristianos permanecen en Japón y sufren toda la brutalidad de las persecuciones que proseguirán hasta mediados del siglo XVII. El rechazo al exilio no es sinónimo de abandono de la fe cristiana, y basta con recordar el número de los conversos que prefirieron ser cristianos y que fueron quemados vivos o decapitados a apostatar o la constitución de criptocomunidades cristianas en las islas más aisladas del archipiélago."