Ribadeneira

De martyres
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Ribadeneira (mártires del Japón) Historia de las Islas del archipiélago... Edición de 1947.

Historia de las islas del archipielago y reynos de la gran China, Tartaria, Cuchinchina, Malaca, Sian, Camboxa y Iappon, y de los sucedido en ellos a los religiosos descalços ...: compuesta por fray Marcello de Ribadeneyra

Imprenta de Gabriel Graells y Girando Dotil, 1601, 725 páginas.

Suma de los 6 libros:

En el primer libro se trata del descubrimiento y abundancia de las Islas Philippinas, en las cuales está fundada la Provincia de S. Gregorio y como los frailes Franciscos Descalzos della han hecho notable fruto en aquella conversión de los indios.

En el segundo se trata de la noticia que han dado, de cosas muy curiosas...

En el quarto se pone la vida en común que los religiosos descalzos hacían en Japón, antes que fuesen martirizados por predicar la fe, y se dicen cosas muy agradables de aquel reino, de las costumbres y diversas sectas y modos de idolatría de él.

En el quinto, se trata del Martirio de los veinte y seis mártires del Japón, especificando cosas muy dignas de notar, que en él sucedieron, y se pone en el fin un testimonio que el obispo de Japón dio del Martirio.

En el sexto, se historian las vidas en particular de los gloriosísimos veintiséis mártires de Japón, y se manifiesta en ellas como la mano del Señor los iba labrando para el fin glorioso que tuvieron.

p. 418, libro 4, cap. 23. De lo que decían el Rey y los grandes de Japón de la vida y pobreza de los frailes. (p. 382 en la edición de 1947)

Como los japoneses tengan buen entendimiento natural, cuadraban mucho los ejercicios que veían hacer a los frailes en los hospitales y las obras de caridad en que se ocupaban los cristianos que servían a los pobres. Y aunque como faltos de fe cristiana y conocimiento de Dios, no conocían la dignidad espiritual de los religiosos, ni daban el valor debido a sus humildes y caritativas obras, no obstante eso, enseñados de la lumbre natural les parecían bien. Porque el rey sabiendo lo que los santos mártires hacían lo alabó, y se confirmó en que era buena gente, y aunque (419) algunas veces daba a entender que no había otra vida, otras veces (remordido de su conciencia por la noticia que tenía de la ley de Dios, de la cual muchas veces había oído hablar a los padres de la Compañía, con quien antes que reinase tuvo estrecha amistad, y por lo que oía que hacían los frailes) mudaba parecer entendiendo que había después de esta vida premio para los buenos y castigo para los malos. Y así sabiendo el rigor y santidad con que vivían los benditos mártires, les envió con Funguen criado suyo a decir le encomendasen a Dios. Por que como el corazón del hombre sea mudable, creíble cosa es, que con buen deseo se encomendaba a los que como gentil ignorante después crucificó. El gobernador del Reino, sabida la obra de los hospitales, dijo que era honra grande del Reino que hubiese en él gente de tanta piedad, y solía decir: Viendo estos padres descalzos siendo acá dentro en el corazón un no sé qué, que me dice que debe de haber salvación y otra vida, pues estos hombres pareciendo honrados, por pura virtud, y no por deseo de cosa temporal (pues no la tienen, ni la quieren) hacen tanta penitencia. Y considerando que siempre que iban a su casa, manifestaban el nombre de Dios a sus criados, les decía: ora padres, que les va en que nos salvemos, o no nos salvemos. Y una vez le respondió el santo comisario que Dios mandaba y el amor del próximo enseñaba, que quisiésemos tanto bien como era la salvación para todos. Oída esta breve respuesta dijo que entendía que había otra vida, y que él buscaría la salvación. Y aunque después no la buscó por temor del Rey, y por sus ocupaciones y culpas. Dios favorecía su casa, pues no solo se bautizaban sus criados, mas dos hijos suyos recibieron el bautismo de los padres de la Compañía y mostraron mucho fervor y deseo de morir por Jesucristo en la ocasión del martirio de los santos Mártires, como en el libro siguiente capítulo octavo se dirá.

Los demás gentiles, viendo a los frailes arrodillados a los pies de los leprosos, decían que aquellas obras eran de (420) madres regaladas, y vueltos a los pobres les aconsejaban que agradeciesen a los padres el bien que recibían. (...) Algunas veces venían algunos señores principales incrédulos de que hubiese hombres que lavasen leprosos y les besasen las llagas, y viéndolo quedaban admirados y conmovidos con aquellas obras de amor y piedad y menosprecio del mundo a seguir la ley que los frailes enseñaban. (...) Sobre todo, lo que que daba a los santos gran motivo de bendecir a Dios era ver que algunos recién bautizados que pocos días antes habían estado haciendo burla de lo que les veían hacer, después de bautizados servían a los pobres, y lavaban a los leprosos como los muy antiguos en la fe. (421) Otros gentiles venían a los hospitales, y lo que a unos daba motivo de admiración, a ellos engendraba motivo de burlar y sentir, como fino tuvieran entendimiento, para ver la caridad de los frailes. Porque como sea entre ellos pública voz y fama (por no haber oído la ley de Dios) que los cristianos comen hombres, tomando por motivo que comen vaca, decían muchos que los frailes hacían aquellos hospitales para comer los cuerpos de los leprosos, y lo que sobrase enviarlo a sus tierras en cecina.


(422) Cap. 24 De como crecían en devoción y virtud los cristianos con la doctrina de los frailes. (... 423) Y aunque de todo esto tenía noticia del Rey, no reparaba en que los pobres se bautizasen.

(424) Cap. 25 Como los frailes pusieron en su Iglesia el Santísimo Sacramento. Viendo los benditos mártires que el favor del Rey y de los grandes iba adelante, y cuan respetados eran de los infieles, y que la iglesia y casa estaba cercada con cerca alta, y al derredor de ella muchas casas de cristianos, mandaron hacer una muy curiosa custodia, y blanqueando la iglesia y adornando los tres altares con retablos, y limpios adrezos y ornamentos, pusieron en Santísimo Sacramento en el altar mayor con la decencia posible, así por su consuelo espiritual, como por aumentar la fe y devoción de los cristianos. Y aunque esto fue motivo para condenar algunos a los benditísimos mártires y tenerlos por imprudentes por ser los cristianos tiernos en la fe, y no haberse hecho esto antes en Japón, y correr peligro de ladrones, y de que el Rey gentil quisiese hacer alguna irreverencia, sabiendo que estaba allí el Dios de los cristianos. Pero consultado el caso con personas religiosas doctas y prudentes, fue aprobado y alabado el hecho por muchas razones.

(425) Y si no se había puesto en alguna de las iglesias que había antes en Japón, fue porque no hubo tanta libertad (...) como tuvieron los frailes con el favor y licencia del Rey, que (como está dicho) era Señor universal de Japón, aunque la hubiesen tenido de Señores particulares. (...) Y ansí publicándose (aunque falsamente) que era el Rey muerto, luego el santo comisario consumió el Santísimo Sacramento, con gran contradicción de los cristianos, que se mostraban muy deseosos de no perder la consolación espiritual que tenían, ofreciéndose a guardar la iglesia, hasta que el peligro les obligase a consumirle. Y después por particulares respetos que se ofrecieron, no le volvieron a poner.

(426) Cap. 26 De la mucha devoción que mostraban los cristianos a los frailes. (p. 388 en la edición de 1947) [no hay choque sino confirmación de lo explicado por los jesuitas sobre la pobreza de los frailes] (427 menciona a Justo) Con estas y otras semejantes señales mostraban los cristianos la devoción que les tenían, en especial el hermano Cosme Ioya, y el capitán Iusto eran tan devotos de los frailes, que algunas veces comían con ellos en el refitorio. Y también el hermano Diego cuando venía de Zacay a visitarles, por ser hombre virtuoso y muy bien hechor. (...) El hermano Cosme como muy familiar, por sus importunos ruegos y por mostrarle algún agradecimiento a sus buenas obras, y como hermano de la orden, era admitido en el convento en todos los ejercicios con (428) los religiosos con muestras de gran devoción. (...)

(391 de la edición de 1947) Los señores de Japón que eran cristianos, aunque no osaban muchas veces visitar nuestra iglesia, y ver a los frailes (429) por el recelo que tenían de ser conocidos por cristianos, cuando se veían en parte adonde sin testigos podían mostrar la devoción que tenían a los siervos de Cristo, postrados por tierra les besaban el hábito. (...) Y particularmente les mostraba devoción un noble cristiano llamado Dario, padre del Capitán Iusto, de quien se ha hecho mención. Porque en este venerable viejo se veían la fe y la caridad de Abraham juntas con una cristiana humildad, la cual mostraba en acariciar los frailes cuando iban a su casa, sirviéndoles él (como yo vi) y respetándolos tanto, que no se atrevía a comer con ellos. Recibía gran consolación en que se dijese misa en su casa, edificándose de ver que se levantasen de noche a maitines y que sus ocupaciones todas fuesen enderezadas al servicio de Dios, y de ver cuán confiados salían por las aldeas a consolar y animar a los cristianos, sin cuidado de quién les había de proveer de lo necesario, poniendo solo en Dios su confianza. Con este se alegraba su espíritu, y viendo esto este devoto cristiano, se consolaba con la pobreza grande en que vivía por haberle quitado el rey su hacienda porque no quiso dejar la fe, por la cual padeció muchos años de cárcel, acrisolando Dios su fe y enriqueciendo su alma con muchos merecimientos. (... 392...) Los cuales, como varones apostólicos, sin temor del rey tirano ni de los infieles, andaban confortando y conservando los cristianos en la fe, haciéndoles suave el yugo de la ley de Dios. (...) Los temerosos por la persecución pasada, con el esfuerzo y libertad cristiana de los predicadores evangélicos, desechando el temor, se vestían de fortaleza. Los desterrados de sus casas y lugares por ser cristianos, siendo perseguidos de gentiles, se tenían por dichosos de padecer algo por la fe. Viendo que por predicarla venían los religiosos (como valerosos capitanes que hacían gente para el cielo, desterrados de su patria, parientes y amigos) a reinos extraños a vivir entre infieles, sabiendo cuán en peligro ponían sus vidas. Y cuando decían que no deseaban otra cosa sino morir por Jesucristo, esforzábanse mucho los cristianos y mostraban particular devoción. Una vez, en la ciudad de Usaca, antes que tuviesen allí los frailes casa, sabiéndose que dos frailes estaban en casa de un señor principal cristiano llamado don Agustín que les hacía mucha caridad, pero por temor del rey no podían estar en su casa para que con la libertad necesaria procurasen el consuelo de los cristianos, luego uno de los más antiguos cristianos se ofreció a llevarlos a su pobre casa, con tan esforzado ánimo, que posponiendo el temor del rey, iba muy ufano con tan buenos huéspedes, diciendo que ninguna cosa deseaba más que ofrecer su vida y la de su mujer e hijos por la fe de Jesucristo Nuestro Señor. Y en su casa, por estrecha y pobre que era, aposentó en un portal a los siervos del Señor. Y allí hicieron un altar, adonde se decía cada día misa, la cual oían diez o doce cristianos que casi todo el día asistían al oficio divino y a las pláticas que hacía el santo mártir León, que de ordinario (como está dicho) iba con los frailes. Y los religiosos (...) decían que pues en Belén estuvo en un portal y nació en un pobre pesebre, que no se deserviría en bajar a otro portal para ser pasto de las almas y consuelo espiritual de sus fieles. Y aunque no sabían bien la lengua, esforzaban como podían a los cristianos, y con la diligencia y amonestaciones de los gloriosos mártires, en ocho días que estuvieron allí se bautizaron algunos, y otros que estaban fríos en la fe se fortalecieron en ella. Y bautizándose los criados de casa, que eran gentiles, quedó la casa toda dedicada al servicio de Dios. A quien se convirtió entonces un hombre principal, de edad de cincuenta años, que hacía veinte que se había bautizado, y como no sabía otra cosa que decir: Causa causarum, miserere mei, había apostatado de la fe. A la cual volvió con gran arrepentimiento y devoción, haciendo que toda su familia se bautizase.

Cap. 27, particulares mercedes (...) frailes de Nambán (que ansí nos llamaban algunos gentiles) (...) fray Gonzalo, que sabía hablar la lengua japona.

(394) [Cosme Yoya explica al autor un favor de san Francisco (¿y lo que cuenta no son martirios? a él le persiguen por deudas, pero ¿y a su sobrino?] Porque habiendo el rey mandado matar a todos los criados más honrados de su sobrino, cuando le mató (como queda dicho), y por ser éste gran cristiano. Cosme, como su secretario, aguardaba cada día la muerte, porque a todos los criados de su amo les cortaban las cabezas, y un pariente del mismo Cosme, con toda su familia, habían ya degollado. Por lo cual, creciéndole el temor de la muerte, con mucha confianza decía a nuestro padre San Francisco, su devoto: "Ahora es tiempo, padre mío, que me socorráis, pues yo soy tan vuestro siervo y de vuestros hijos." Y tomando muy a su cargo los frailes el suplicar al Señor que librase de aquel trabajo a su devoto, sin saber cómo, andando los criados del rey buscando a los criados del sobrino, para matarlos y pedirles cuenta de la hacienda que tenían a su cargo, nunca buscaron a nuestro hermano Cosme, con ser muy conocido criado y saberse que debía cantidad de dineros, hasta que habiendo muchos días que pasó el riguroso mandato del rey colérico, muy pacíficamente le pidieron los dineros. [lo que está claro es que todo dependía de la cólera del rey] [una señora, llamada María, que tenía dudas de la presencia de Cristo, vio a un niño en la hostia; previamente se le había aparecido "una persona" para decirle que no tuviera dudas de la honestidad de su marido, 395 otra mujer llamada Isabel vio a un niño con una cruz y así aceptó llevar su enfermedad de lepra sin desesperación, tras hacer procesión con el Santísimo dentro de la iglesia, un cristiano llamado Francisco vio un niño dentro de la hostia y Cosme vio la "Hostia toda sangrienta", ambos se lo dijeron al autor. Dos testigos dijeron al autor que en la casa de un cristiano de Usaca, el primer día que dijo misa "Francisco de la Parrilla con un compañero sacerdote" al final ("a las Avemarías") se hizo tanta claridad "que después de anochecido, muchos que en aquella calle estaban trabajando no cesaban de su trabajo, entendiendo que aún era de día". Uno que no quería bautizarse] oyó encima de la iglesia una música celestial, y estándola oyendo, llegaron a él dos hombres grandes y de terrible aspecto, y le riñeron porque no se hacía cristiano. [y se bautizó. Una vieja de más de 80 años que reñía a su nieta] porque se había hecho cristiana, pidió encarecidamente el bautismo, diciendo que una persona que no conocía, estando en su casa, la había mandado que se bautizase.

(396) Cap. 28. Fervor con que los cristianos procuraban el cordón y cuentas benditas (...) [muchos tenían cuentas que les dieron los jesuitas. Los franciscanos les insistían en la devoción a las almas del purgatorio. Las mujeres solían llevar escapulario de santa Clara. Devoción al Santísimo y santa Ana] a quien estaba dedicado el un hospital, porque tenía muchos perdones una imagen de esta gloriosa santa, que imprimían los padres de la Compañía.

(398) cap. 29: [Prudencia de los frailes en las conversiones.Fray Pedro Bautista] mandó que se siguiese en todo el modo que guardaban los padres de la Compañía,a quien él mismo le pidió en escrito, como queda dicho, con todo esto, como los frailes teníamos licencia del rey para vivir a nuestro modo, diciendo misa y celebrando los oficios divinos en nuestra iglesia, no era posible, sin notable detrimento de la fe, seguir el recato con que los padres de la Compañía vivían, porque entonces andaban temerosos del rey, y con cuidado, escondidos y vestidos como japones. Y ansí, para no faltar al principal intento que llevaron los Frailes Descalzos a Japón, que era la conversión de aquellos gentiles, ordenó el santo comisario el modo que se había de guardar, así con los cristianos como con los gentiles, mandando que a los gentiles catetizasen los cuatro o cinco predicadores japoneses que estaban de ordinario en casa, en cuatro aposentos labrados para este fin (y aunque pobres, limpios), adonde sin tropel entraban los que venían a oír los sermones que se predicaban en seis o siente días. (399) Los cristianos trataban a los religiosos como verdaderos padres, y aunque entre los mismos cristianos había la competencia que en su tiempo cuenta San Pablo que había, y como impertinente y no buena la reprende, porque unos decían somos cristianos de los padres de la Compañía, otros somos de los frailes de San Francisco [...], los benditos mártires les enseñaban lo que San Pablo enseña, diciendoles que no hablaban bien, porque no eran cristianos de los padres de la Compañía ni de los frailes, sino de Jesucristo, (...) y que los predicadores (así los padres de la Compañía como los frailes) solamente eran ministros de Jesucristo Nuestro Señor. De esta manera se procuraba desechar esta ignorante división, no haciendo diferencia de los bautizados aquí o allí, antes a los que bautizaban los frailes en su iglesia los enviaban a los padres de la Compañía, para que conociesen que había otros padres y los reverenciasen como a discípulos de Jesucristo Nuestro Señor y para que les diesen algún agnusdéi, o rosario o imagen, que de esto al principio no tenían nada los frailes. (400) Y había puesto el santo comisario ley que, por más entendido que fuese el cristiano nuevamente bautizado, por lo menos dentro de un año no le comulgasen. Y ansí se guardaba, aunque algunos pudieran bien comulgar antes, por estar firmes en la fe y tener conocimiento de los misterios de ella y vivir inculpablemente en culpas graves, ejercitándose en obras de mortificación, como cilicios, disciplinas, vigilias, oraciones y ayunos, y en servir con mucha caridad a los pobres (...)

(402) Cap. 30 [Los bonzos no recelaban el comunicar con los frailes] En todas las ocasiones que llegaban los benditos mártires a las varelas o templos de los gentiles, entraban en los conventos de los bonzos que estaban arrimados a las varelas, sin temor alguno, deseosos de trabar conversación amigable con ellos. [...] Y como los bonzos viesen la apacibilidad y comedimiento de los frailes, y echasen de ver, por su modestia y buenas razones, que no solamente no eran necios, pero que eran verdaderos religiosos, mostrábanles alegre rostro, admitiéndoles dentro de sus aposentos y ofreciéndoles colación, si la querían, o la bebida de la cha, que entre ellos es el mayor regalo que pueden dar a un huésped. Pero como son estos bonzos de los que más principalmente está enseñoreado Satanás, ningún provecho se hacía en ellos. Y para que se vea cuán poco fruto se hace en esta gente, pondré aquí algunos sucesos que con ellos pasaron.

Una vez, estando el santo mártir fray Gonzalo en una conversación con unos bonzos, que gustaban notablemente de él, porque sabía bien la lengua japona y hablaba como entendido en sus sectas y libros de su ciencia, estando yo presente, pregunté a uno de ellos, que parecía más discreto o menos necio, estando mirando a un naranjo, quién había hecho aquel árbol, porque aunque era plantado allí, el primer naranjo de aquella especie no se había hecho a sí mismo, ni hombre alguno tenía poder para hacerlo. Y aunque los bonzos oyeron bien la razón, y la entendieron, no quisieron responder a ella por tenerse a sí por letrados, y a los demás por muy ignorantes. Y mudando la plática, preguntaban cosas de Europa, y se admi-(403) raban del pobre vestido de los frailes y de la forma de él, sin mostrar deseo de saber la verdad. Otra vez, en la ciudad Usaca, yendo el santo fray Francisco de la Parrilla con el santo mártir León a ver una varela nueva, salieron casi todos los bonzos a verlos, por ser la primera vez que veían frailes de Nambán, como ellos dicen, y después de haber mirado la traza del templo, el principal de los bonzos los llevó a su aposento, y pidiéndoles que se sentasen junto a él a su modo, tentaba el manto, y viendo la aspereza del vestido, hacía muchas señales de admiración. Y preguntóle el santo mártir fray Francisco que a quién adoraban en aquella varela, dijo que al gran fotoque Amida; y discurriendo por la plática llegó a tan bien punto, que el santo mártir dijo que para qué adoraban a aquel dios, pues solamente tenía apariencia de hombre, y que aquel a quien representaba porque había errado el camino de la salvación, era ya tizón del infierno. Y el bonzo no hizo sentimiento alguno, aunque oyó esto; antes mostrando que no se le daba nada, les convidó si querían beber la cha, y despidiéndose amigablemente dijo el bienaventurado mártir León al bendito Fray Francisco y a mí, que era su compañero: "Padres, excusada cosa es decir cosas tocantes a la salvación a estos bonzos, porque como ellos se tienen por discretos y sabios, y piensan que nosotros vamos muy errados, no hacen caso de lo que les decimos." Y ansí erea que el concepto que tenían los bonzos de los frailes era que haciendo penitente vida se condenaban, y teniéndoles gran lástima, muchas veces decían: "Pobres de aquellos miserables que pudiendo tener buena vida la hacen tan áspera, y al fin se han de ir al infierno, porque piensan ellos de nosotros lo que nosotros pensamos de ellos." Y aunque algunas veces no querían dejar entrar en sus templos a los frailes, por entender que eran indignos de entrar en ellos, comúnmente gustaban de tener conversación con ellos, y les preguntaban muchas cosas por curiosidad.

Hay tanta variedad en levantarse nuevas sectas en Japón, que estando yo en Miaco supimos que habían alcanzado una gavilla de hipócritas licencia de Dayri (que es el rey natural, como se dijo, que solo tiene ya autoridad sobre los bonzos) para hacer una nueva ley, y recogiéndose en un lugar solitario vivían allí con algo mejor orden que otros, por que aconsejasen que nadie pecase, y ellos tragaban pecados nefandos. Sabiendo, pues, los santos mártires de esta nueva y diabólica congregación, enviaron primero allá a un cristiano, llamado Francisco, bien enseñado (404) en la ley de Dios, para que diese con disimulación noticia de los frailes y de su ley a los nuevos bonzos; después fueron los dos benditos mártires, fray Francisco de la Parrilla y fray Gonzalo, y como con la plática de los cristianos estaban ya los bonzos deseosos de hablar a los frailes, tuvo buena sazón el mostrárseles familiares los gloriosos mártires, para darles algún desengaño de su perdición. Pero aunque les recibieron bien y escucharon algunas cosas, no hicieron mella en ellos con las esperanzas nacidas de la mucha caridad que los benditos mártires (movidos de la cual fueron allá) les habían prometido.

CAP 31 [contradicciones que los gentiles hicieron a los frailes] Y quien más se señalaba en esta injusta contradicción eran los dos gentiles Funguen y Faranda, de quien se ha hecho ya mención, porque como por orden del rey tuviesen cuidado de los religiosos (como queda dicho), viendo que los frailes no les daban presentes ni ofrecían dones, como su codiciosa condición apetecía, procuraban de irles a la mano en la libertad santa con que hacían el oficio apostólico, diciendo que si sabía el rey que bautizaban y predicaban, les echaría a ellos la culpa y les privaría de sus oficios. Y aunque ellos sabían que el favor que entonces el rey hacía a los frailes era tan grande que sus acusaciones no serían de provecho, procuraban, por orden del gobernador del reino (aunque sabían que era amigo de los frailes), de estorbarles que no predicasen, hallando muchos inconvenientes según su falsa y ciega imaginación. Y ellos mismos iban a decirles que no hablasen de Dios con los gentiles, ni predicasen a los cristianos, porque si el rey sabía lo que ha-(405) cían, habiendo mandado que no se predicase la ley de los cristianos, que a ellos les costaría la vida. Y viendo que hacían los frailes poco caso de sus amenazas, tratábanles mal, diciendo que eran sucios y que traían hábitos asquerosos y que lavaban pies de pobres, y que por estas razones no eran visitados de los señores grandes. De lo cual hacían poco caso los benditos mártires, porque como no querían mostrarse discretos ni poderosos al mundo, seguían perfectamente su profesión y pretendían curar la soberbia del mundo con profunda humildad y menosprecio de sí mismos. Mas aquellos, como no entendían, juzgaban por indiscreción la prudencia del cielo.

Una vez llegó a tanto la indignación y aborrecimiento de estos gentiles, que enviaron a sus criados a los hospitales a que echasen de allí a los pobres, amenazándoles con la muerte. Lo cual, sabido del santo comisario, como la gallina amorosa cuando ve maltratar a sus hijos se embravece como tigre, ansí salió el santo varón a la demanda de los pobres leprosos, y amenazando a los criados y aun a los amos, diciendo que lo diría al rey, se deshizo del todo esta contradicción, aunque no la mala voluntad que reinaba en sus pechos. Porque ya que no podían ponerlos mal con el rey, les procuraban hacer odiosos con el gobernador, diciendo el poco recato que tenían. Y ansí algunas veces no se les mostraba a los frailes tan afable como otras, por los malos terceros. Los cuales crecieron tanto en malicia, que el uno de ellos dijo al rey cómo los frailes hacían muchos cristianos, a lo cual respondió el rey, con semblante enojado: "Mirad qué no harán." Y visto que poco aprovechaban sus acusaciones, quitóles Funguen el arroz que les daba en nombre del rey. Y aunque esta limosna hizo falta, no faltó Dios a sus siervos, porque cuando faltaba el favor de los hombres, de adonde no pensaban les enviaba Dios Nuestro Señor el sustento necesario para todas las personas que había en casa, y aun para los pobres. [...] También tuvieron algunas contradicciones particulares de los bonzos. Porque como viesen que los feligreses que tenían se convertían a nuestra fe y después hacían burla de ellos, y no les reverenciaban ni daban limosna, como solían, procuraban desacreditar a los frailes y acusábanlos a los jueces y gobernadores, aunque nadie se atrevió a ofenderlos. Porque res-

(406) pondían los gobernadores de las ciudades, cuando los bonzos se quejaban de que los frailes predicaban nueva doctrina, que estaban favorecidos del rey, y que había dicho que como había muchas sectas en Japón, que hubiese otra era de poca importancia. Porque aunque algunas veces decía mal de la ley de los cristianos, diciendo que les daban los padres, en cierta comida, bebedizos y hechizos, otras veces decía bien de muchos mandamientos divinos, porque era hombre de razón y de buen entendimiento, sabiendo discernir el bien del mal, aunque, como ciego, siguió el mal, pues al cabo vino a crucificar a los antos mártires y morir en sus pecados.

CAP 32 (Prudencia con que predicaban los mártires). Como dijo estando una vez lavando unos leprosos muy llagados el santo fray Pedro Bautista, y poniendo por algún tiempo su boca en sus llagas, diciéndole un su compañero que bastaba lavarlos y besarlos por el buen ejemplo y mortificación, el santo mártir dijo que aquello era necesario para enseñar el camino de la humildad y desarraigar la soberbia en Japón, allegando aquello de San Gregorio (Hom 32), que dice que ansí como los médicos curan las enfermedades que son de frío con medicinas calientes, y las que son de calor con frías, ansí vino Jesucristo, Nuestro Señor, a medicinar los pecados, curando la soberbia con humildad. Y este mismo fue el intento de los benditos

(407) mártires, los cuales ponían delante de los ojos el modo de predicar que enseña el santo Evangelio

[CAP 33 Cómo fray Gonzalo edificó el convento de Usaca (409) con su humildad ganaron muchas almas] Porque cuatro fiestas del Nacimiento del Hijo de Dios que celebraron en Japón les acompañan en sus oficios y villancicos que cantaban muchedumbres de voces muy suaves y delgadas, como los cristianos que entonces asistían en la iglesia muchas veces me afirmaron. Por lo que yo sé es que les daba Dios Nuestro Señor prudencia de serpiente y simplicidad de paloma, y otras muchas virtudes con que los hacía predicadores milagrosos en su vida.

[410 bautizaron a la señora de la casa y aprovechando un viaje de los frailes a Zacay el mártir León, japonés, quien trató de comprar un solar pero se lo estorbaron los gentiles pensando que sería para iglesia] como nos tienen por gente que comemos hombres [en Zacay animaron el autor y fray Gonzalo a los cristianos] que por estar entre gentiles y ser pocos no se osaban manifestar en cosa alguna, aunque algunas veces iba un padre de la Compañía que decía misa muy de mañana en casa de Diego, cristiano muy antiguo y conocido por tal de los gentiles. Y aunque solía recibirnos en su casa, por estar entredicha para los frailes, entonces nos fuimos con otro cristiano, llamado Cosme, que nos ofreció la suya, que aunque era pobre y bien estrecha, para dos frailes sobraba. Pero como no había lugar para hacer altar adonde yo dijese misa, y este cristiano fuese mayordomo de un hospital de leprosos cristianos que había en aquel lugar, dio orden domo se dijese misa allí. Y con licencia del patrón del hospital, que era el juez de la ciudad, se aderezó un lugar decente adonde dijese yo misa. Pero como el demonio vio cuánto consuelo espiritual recibían aquellos pobres leprosos, que jamás habían oído allí misa, y que se confortaban y fortalecían en la fe [...] procuró que no solo no hiciésemos casa en aquella ciudad, como sin pretenderlo tenía concedido el juez, que era cristiano; mas que no dijésemos misa en el hospital. [...411] Por no nos dejar estar en Zacay nos fue forzoso volver a la ciudad de Usaca [donde León compró casa y se pudo poner altar y decir misa, Gonzalo fue a Miaco a dar noticia al comisario; y en el corral de la casa de Juan -cristiano japonés- se puso iglesia y casa, que costaron 400 reales] Aunque por esto se puso en peligro de perder la vida, como luego se dirá. [y por ser estrecha y pobre la llamaron Belén. Los pocos cristianos que había en la ciudad se fortalecían; tenían un Niño Jesús con cruz y clavos en las manos, predicaba y confesaba el religioso que sabía la lengua y León predicaba] envidioso el demonio de esto y de que tantas almas se bautizasen con el buen ejemplo del religioso y fervorosos sermones del santo predicador León (porque muchos gentiles venían a oír la palabra de Dios y a ver la nueva iglesia), [el demonio echó mano de la mujer del señor principal de esa calle ya que] el sitio era de un señor gentil, al cual Juan, nuestro huésped y vecino de la iglesia, que era su criado, dijo cómo querían los frai-(412) les hacer allí una casa que fuese como paso para Nangasaqui, y que sería servicio del rey, por ser sus embajadores. Y el señor, aunque dio licencia, dijo que la hiciesen como que él no lo sabía.

Mas como viesen los bonzos que venían muchos gentiles a oír la ley de los cristianos, y que se bautizaban, con pérdida de sus limosnas, incitaban a la mujer de este señor contra los frailes, y aun venían con malicia a oír sermón. Y como no pretendían sino hacer burla, decían: "¿De adónde ha salido este nuevo Dios?" No admitiendo razón que se les diese de que había Dios, Creador del cielo y tierra, y de que sus ídolos eran demonios: mas antes salían dando voces que aquella ley de los cristianos era ley del demonio. Y traían de propósito gente consigo que les ayudase a vocear. Procurando por este medio el demonio que no estuviese allí aquella iglesia, [la mujer puso en peligro la vida de Juan] condenándole a muerto por lo que hacían los frailes, mas que a muchos cristianos que tenían en su servicio dejasen la fe, y que se derribase la iglesia, y para esto dio solo un mes de tiempo. [pero bajaron de Miaco el comisario y fray Gonzalo a hablar con el gentil] como el genil fuese poco aficionado a sus ídolos y supiese el favor que el rey hacía a los frailes, y de la licencia que les había dado para estar en su reino, no solo se ablandó luego, pero moderó la braveza de su mujer; e informados él y ella de la ley que enseñaban los frailes y de la virtud que profesaban, quedaron tan aficionados a ellos, que dijeron que se estuviesen en la casa, mandando no la derribasen. [y hasta dieron arroz al comisario y dejando a sus criados ser cristianos (413)].

[CAP 34 Llegada de Martín de la Ascensión y Francisco Blanco. El comisario a sus 50 años animaba a aprender la lengua, pidió más ayuda al provincial de la provincia de san Gregorio, fray Juan de Garrovillas mandó a fray Martín de la Ascensión, lector de Teología en San Francisco de Manila, donde también leía Artes, quien dirá estando preso a su confesor fray Jerónimo de Jesús,] no solo deseaba ir a Japón para ayudar a la conversión de los gentiles, más por ser allá mártir [414 y esto lo deseaba desde que estaba en San Bernardino en Madrid recién profeso; fue con fray Francisco Blanco, su discípulo en Artes y Teología y compañero desde España, que embarcó en lugar de otro señalado que no llegó al tiempo de partir los barcos; iban aprendiendo la lengua en el viaje]. Y viose claramente que el Señor les favoreció, porque el santo fray Martín en breve tiempo aprovechó mucho en la lengua, y del santo fray Francisco Blanco se decía que la bebía. [en 6 meses se entendía con los japoneses y confesaba: pasaron de Nagasaki a Miaco, allí quedó Blanco y fray Martín fue a Usaca en compañía del comisario. 415

CAP 35 Prodigios 1596 julio a septiembre] comenzando por el mes de diciembre del mismo año [y luego dice que esto sucedió el día de la Magdalena ¿22 de julio? cuando se vio un cometa cuyos rayos caían sobre Japón]. En Miaco llovió tierra como ceniza (como yo vi), y en Usaca tierra colorada. Y en otro lugar, cabellos. Y en otras partes, gusanos, como muchos testigos de vista me certificaron. La mar estuvo tan brava y tempestuosa, que no solo hubo en aquel tiempo grandes tormentas [sino destrozos en Goto, junto a Bungo salió el mar 416 más de legua y media y ahogó a los vecinos de un lugar apartado; terremotos extraordinarios en Miaco, Fuximi, Usaca y Zacay: no se podía nadie tener en pie, precedidos por un gran ruido] Y el rey no solo perdió cien mujeres en la ruina de su casa, pero él y su hijo estuvieron en gran peligro. [Entre Miaco y Usaca un monte se arrancó y aplastó una venta, en Fiongo una peña se partió y quedó un abismo; en Nagasaki se sintieron pero no duraban más que un avemaría 417 seis meses antes del martirio; pero otros sucedieron pocos años antes de llegar los frailes: señor de Arima, Arimandono, consultó con su confesor de la Compañía que soñó que un labrador partía un árbol y dentro había una cruz, y fue a decírselo a Arimandono] y allí está hoy día, en la iglesia de los padres de la Compañía, y es tenida como gran reliquia en mucha veneración. [3 ó 4 años antes de que fuesemos los frailes 418 apareció otra cruz dentro de un árbol y muchas en los vestidos de los japones, que] juzgaban ser señal de la persecución que luego tuvieron, cuando Taicosama mandó derribar las iglesias y desterrar los padres de la Compañía de Japón.

[CAP 36 llegada de navío de Manila: Naufragio del San Felipe de Manila a Nueva España, a los 3 meses de salir llevado por las corrientes a la isla de Toza con solo una pequeña vela en el trinquete, por haber perdido en terribles temporales los árboles y el timón, tras un día y una noche sin gobernar, navegaron viento en popa hacia Japón 419 por haber visto al salir en Luzón la cometa que apareció en Japón y luego una cruz blanca en el cielo sobre Japón, preguntaban qué les esperaba a fray Juan Pobre]. A lo cual el religioso les respondía lo que por principio de ese mismo año de 96 que había ido de Japón a Manila había visto. Porque el rey entonces estaba muy aficionado a los frailes, y los grandes del reino les estimaban en mucho y trataban bien, por ser embajadores de Manila y haber sido medio para que hubiese amistad entre ellos y los españoles de las Filipinas. [con la furia de las olas sacó el mar del navío 13 hombres, se ahogaron 6, escapando casi por milagro otros 5, que restituyó el mar al navío, como uno de ellos me contó. El señor de Toza, Chozungami, prometió buen trato a los del barco, venía en él un japonés ladino que hizo de intérprete 420 los acompañantes aseguraron que el navío podría entrar en puerto], estaban tan ciegos los pilotos y marineros, que teniendo delante de los ojos el peligro no le vieron, y así el navío dio en seco y se abrió, con gran pérdida de mucha hacienda. Aunque no tuvo peligro la gente por estar en el puerto. El señor del cual, mostrando apiadarse de su trabajo, disimulando su gran codicia y dañada intención, mandó luego que con barcos sacasen del navío la ropa que pudiesen, antes que se mojase. Y fue tanta la que sacaron a la ribera, que puso admiración en los japones. Porque valía más de un millón y medio lo que traía el navío [iban 4 agustinos, un dominico y dos descalzos; el dominico, fray Martín de León] tomó luego posesión de un templo de ídolos que le dio el Tono, y adornando un altar en lugar decente con un rico frontal que llevaba de Manila a Méjico, como concurrían a verle los gentiles, daban todos muestras de querer hacerse cristianos. [Daban piezas de seda a sus huéspedes pensando estar seguro lo que les quedaba]. Aunque sucedió después al contrario, porque se lo tomó el rey Taicosama, y amenazó a quererles matar a todos, poniéndoles grandes miedos por que no escondiesen el oro que traían, aunque después les dieron li-(421) bertad para irse a Nangasaqui. Y lo primero que vieron en entrando en el puerto fueron los 26 crucificados por Cristo, Nuestro Señor, que estaban en las cruces enteros, cuya vista les causó devota y tierna compasión [deseaban enriquecerse de sus reliquias, ya que estaban pobrísimos de hacienda. Como se ve vuelve ahora atrás en el tiempo]

En desembarcando el general del navío y la demás gente, como todos los gentiles sabían la amistad que el rey de Japón tenía con los españoles de las Filipinas y el favor que hacía a los frailes, dábanles buenas esperanzas de que serían bien despachados. Y aunque el señor del puerto envió secretamente y con traición un correo al rey, después, por agradar al general del navío envió un su hijo bastardo con el bienaventurado fray Felipe y el hermano fray Juan Pobre y otros dos españoles con presentes de mucho valor para el rey y otros señores. Llegados, pues, a Usaca [les recibieron el comisario y fray Martín; luego fueron el comisario, fray Juan Pobre y los españoles (laicos) a Fiximi, quedando en la casa de Belén fray Martín y fray Felipe; en Fuximi les recibió uno de los gobernadores de Miaco], a quien iban encomendados, y les dio buenas esperanzas de que negociarían bien con el rey, sucedióles muy al revés. Porque como el rey estuviese cuidadoso con la pérdida de sus casas reales, y le dijesen sus lisonjeros que aquella nao le habían traído a sus reinos sus fotoques, para restaurar la pérdida de sus palacios, y que a su juicio habiéndose abierto en el puerto era de derecho suya, al punto se determinó de tomar la hacienda. Viendo esto el santo comisario, tomó muy a pecho este negocio, y dando, en llegando a Miaco, cuenta de él al obispo, que estaba allí, y a los padres de la Compañía, porque antes no había podido por estar en (422) Fuximi y tener buenas esperanzas, y aunque por vía del gobernador de la ciudad de Fuximi, muy privado del rey, se hicieron algunas diligencias, y el santo comisario escribió un billete al rey, en que le decía que mirase el qué dirían y que se acordase de las amistades que había firmado con los españoles de Manila, no fue vencida la codicia del tirano. Porque hubo quien dijese que los españoles eran ladrones y que venían a tomar a Japón, y que la mitad de la hacienda era de los frailes, y que eran espías, y aunque todo esto (como se ve claro) si lo supo el rey no hizo ningún caso, porque si les hiciera matara a los españoles. Y en la sentencia que dio contra los benditos frailes, para mayor justificación suya pusiera estas causas. Pero como él tenía entera noticia de cuan verdaderos pobres y muy virtuosos religiosos eran los frailes, enfadado con ellos, porque contra su mandato predicaban, y persuadido de algunos gentiles como enemigos de cristianos, como ser dirá en el libro siguiente, los crucificó, como en la sentencia dice, y lo mismo dijo a un embajador que después de martirizados los gloriosos mártires le envió el gobernador de Manila [viendo el comisario que la hacienda estaba perdida, procuró que no los matasen por haberse dicho que eran ladrones]. Y para este intento hizo las diligencias posibles, con las cuales, aunque los que estaban en el puerto padecieron trabajos, no murieron. [Y se llevó a los castellanos al convento de Miaco

CAP 37 Nagasaki]. Aunque por las razones dichas en el capítulo III de este libro estábamos los Frailes Descalzos muy seguros en (423) conciencia en Japón, no faltó quien se persuadiese lo contrario. [y había cristianos que pensaban que estaban excomulgados y que su misa no valía como la de los jesuitas] Y para echar más a perder nuestra honra, se puso en entredicho a todos los cristianos, así portugueses como japones, para que no fuesen a oír misa, ni confesarse, ni comulgar a nuestro convento. Y para mayor guarda de esta prohibición, pusieron guardas a la puerta de nuestra iglesia, desde 13 de septiembre hasta 13 de enero, que fue el día que nos prendieron a los que estábamos en Nangasaqui [por eso los japones iban de noche y echaban limosnas por encima del muro; también portugueses iban de noche, para asustar el juez gentil iba a hacer registros y dos veces se llevó japoneses presos, era tal la devoción a san Francisco que fueron muchísimos a celebrar la fiesta], posponiendo todo el temor y poniéndose a notable peligro de las vidas o de pérdida de hacienda, vinieron muchísimos japones a celebrar la fiesta; y aunque yo les prediqué en su lengua por la mañana para que se fuesen, se estuvieron allí hasta la misa mayor. En la cual también prediqué yo a dos frailes y tres españoles, porque los más devotos portugueses no se atrevían a ir contra los mandatos en nuestro disfavor puestos. [maltrató el juez a dos japones regidores del pueblo 424] Y en todo este tiempo fuimos proveídos de todo lo necesario con las limosnas de los portugueses devotos. [y los jesuitas les daban medicinas. Cuando fueron presos los mártires a los de Nagasaki el juez los sacó de la casa para subirlos al barco.

CAP 38. Lo que algunos jesuitas opinaban de los mártires. Jesuitas querían que fueran franciscanos porque había muchos bautizados, se decía que hasta 300.000 (425) y para ellos solo 50 sacerdotes. Viceprovincial Pero Gómez, dijo que era obra del Señor el haber venido los franciscanos, lo mismo opinaba el padre Sebastián González, que mostró valor en la persecución], que sin temor alguno en la mayor persecución, cuando otros tenían por prudencia el esconderse y mudar su hábito, él esforzaba a los cristianos, y en los mayores trabajos se mostraba más animoso, andaba a pie y era tan limosnero, que hasta sus vestidos daba, y en todo guardaba su profesión y modo de vivir [también aprobaba a los descalzos el padre Francisco Calderón 426 Muchos jesuitas manifestaron envidia santa de los mártires, y al autor le escribieron estando en el barco, el padre Calderón le mandó las Epístolas de san Cipriano

426 LIBRO QUINTO. Glorioso triunfo y martirio. 428 CAP 1: Cómo se preparaban. Demonio se sirvió para persecución de Funguen, criado del rey que les acusó de hacer cristianos y a un hijo suyo, Ufioio que al tomar la hacienda del barco recordó al rey que debió haber hecho caso a su padre] Ufioio, hizo un memorial de todos los cristianos que pudo hallar en Miaco para darle al rey, y que mandase fuesen todos muertos, como Iacuyn, médico del rey, enemigo de cristianos, le había aconsejado. Pero sabida de Oimonogo, gobernador de Miaco, la diligencia y minuta que se había hecho de cristianos, y viendo que estaba puesto el primero aquel cristiano principal llamado Justo, de cuya virtud y fe se hizo ya mención, dijo al que traía la minuta que ya aquel cristiano estaba castigado, que no se tratase más de aquel negocio, que él tomaba a su cargo. Y aunque después este gobernador fue el que determinó el número de los santos mártires, hízolo por que no muriesen tantos como estaban escritos, y públicamente se manifestaban diciendo que querían morir por su ley y Dios. [estaban alegres, nada deseaban más que 430 morir por la ley que habían predicado, todos aparejaban vestiduras blancas y calzones de lienzo para quedar honestamente en la cruz, también las mujeres que en esta ocasión mostraron varonil esfuerzo, rezaban] suplicando al Señor hiciese en ellos su voluntad; pero que si fuese de que ellos confirmasen con su sangre la fe, recibirían singular beneficio y merced en ello. [Dios les daba consuelo, los sacerdotes decían misa como si fuera la última, los legos comulgaban cada 2 días] Y con la confortación de este divino Sacramento estaban hecho tan fuertes, que como leones que echan fuego hacían guerra al demonio, desterrando todo temor humano y procurando encender los corazones de los tibios en el amor de Dios y aumentarle en los japones que querían ser compañeros en su martirio, confortábanles con continuas pláticas, declarándoles la gloria del martirio y cuan agradable sacrificio es a Dios, y la obligación que tenían de morir por la fe que conocían por verdaderísima. Decíanles también cuan grande sería el premio que habían de recibir en el cielo, por ser de mucho merecimiento morir por Jesucristo, ofreciéndole la vida en agradecimiento de la que por los pecados del mundo su Majestad ofreció en la cruz. Y como las casas de los santos mártires León y Pablo tenían aposentos que servían de predicar a gentiles y cristianos, y acostumbraban de ajuntarse allí todos los viernes del año muchos cristianos, y los días de cuaresma, cuando no iban a la iglesia, hacían allí disciplinas [431 León decía que deseaba que por el nombre de Cristo le arrastrasen por las calles de Miaco, y muchos cristianos de las aldeas] venían a morir por su Dios con ellos. Pero la persecución solamente era contra los frailes que predicaban con libertad apostólica el Evangelio y contra la pequeña grey de sus familiares. [... predicación del evangelio]. El cual no predicaron con imprudente fervor, según la opinión de algunos, o con sobra de él, según el parecer de otros, imitando a los gloriosos cinco mártires de Marruecos, primicias de los gloriosísimos mártires franciscanos, mas de la manera que tengo dicho, como testigos de vista. [y si hubiesen hecho actos de fervoroso espíritu a imitación de esos mártires o de los siete de Ceuta], no lo callara yo, porque si en unos es canonizado el fervor del espíritu, por la misma razón lo fuera el de mis dichosísimos hermanos martirizados en la vida y en muerte y después de la muerte.

[CAP 2 cómo pusieron guardia a las iglesias de Miaco y Usaca. A los pocos días les pusieron guardias dentro y fuera. El comisario escribió a fray Martín (¿que estaba igualmente bajo guardia en Miaco?] Jesucristo sea en su alma: Con la de V.C., carísimo hermano, recibí mucha consolación, por saber de su salud y de que el Señor le da ánimo para animar a los cristianos a padecer por amor de Dios. También acá nos hace el Señor la misma merced; bendita sea su Majestad, que estamos muy alegres y consolados en el Señor, aunque cercados dentro y fuera de casa de guardas, teniendo por merced muy grande el padecer por su divino amor. [...] El día que V.C. me avisó, con Cayo, de las cosas de por allá, nos pusieron guardas. Y diciéndonos nuestro (433) hermano Cosme que otro día sin falta nos cortarían las cabezas, aquella noche nos aparejamos y confesamos a todos los cristianos que pudimos, sin dormir en toda la noche ningún sueño, y una hora antes que amaneciese dije yo misa, y la oyeron muchos cristianos, y comulgué a todos nuestros hermanos y a otros muchos cristianos de los que habíamos confesado aquella noche. [mandó predicar a fray Gonzalo que estuviesen dispuestos a padecer]. A lo cual ellos respondieron a este tiempo, muy enteros, que deseaban tener cien vidas para darlas todas por aquel Señor que dio en la cruz la suya por ellos, y que ellos eran pecadores, y que aunque diesen las vidas hacían poco ofrecerlas por satisfacción de los muchos pecados que contra este Señor tenían cometidos. [tras la misa registro y un gobernador de Miaco se llevó a los predicadores japoneses León, Paulo, Ventura, Tomé y Gabriel] allá los tiene, y ellos fueron por el camino predicando a los gentiles con grande ánimo y esfuerzo. Y me escribieron una carta de la cárcel diciendo que sin falta les cortarían las cabezas por ser cristianos; mas que ellos estaban muy alegres y contentos de padecer otros muchos géneros de tormentos, y que ya tenían grandes deseos de ir al cielo a gozar de aquella bienaventuranza para donde fueron criados, y que les encomendásemos a Nuestro Señor para que les diese firme propósito para padecer por su divino amor. Yo les respondí que este Señor, por quien ellos deseaban padecer, les ayudaría en tan honrosa batalla. Los que quedamos, toda la alegría que habíamos tenido se nos tornó en tristeza viendo que el gobernador se iba sin nosotros, [...] entendiendo que no éramos merecedores de tan gran merced por nuestros grandes peca-(434)

(nota 1) dos. Mas todavía no desconfiamos de que el Señor nos haría tan alta merced de cumplir nuestros deseos, porque aun estábamos repsos y con guardas, y ya no dejan entrar cristianos en nuestra iglesia [ni mandar cartas]. Estamos con mucha alegría. Y por hacernos Dios esta merced de padecer con alegría por su amor. El Señor dé a V.C. su divino Espíritu, porque no hay lugar de escribir más."

[...] Y aunque solo dice sumariamente lo que sucedió, de una persona que entonces estaba en su compañía que por ser seglar español se libró, supe que era tanta la molestia de las guardas, que no daban paso sin ellas, y que cuando sacaron los predicadores japones y los llevaron a la cárcel, le sacaron también a él, por estar vestido de japón. Y viéndole ir preso al hermano Cosme (que , como se dijo, era venerable y discreto viejo), conociéndole, aunque iba en hábito de japón (que entendiendo librarse así mejor se había vestido de él), llegóse a él y abrazóle con mucho amor, pesándole mucho de verle ir a la cárcel con

(nota 1: Dice fray Juan de Santa María en su Relación del Martirio... edición española de 1601 cap. V, f. 73 que "Once eran los Religiosos Franciscanos que se hallaron en esta coyuntura en Japón, y de solo los seis que estaban en Macao y Vosaca hicieron caso, y de estos echaron mano, dejando otros cuatro que había en Nangasaki, cuyos nombres son: Fray Agustín Rodríguez, Fray Marcelo de Ribadeneira, Fray Bartolomé Ruiz y Fray Gerónimo de Jesús)

(435) tanta deshonra. Lo cual, visto por un ministro de justicia, dio al buen viejo una gran bofetada, que le derribó en el suelo. Y como era de los que estaban más aparejados para morir por Cristo Nuestro Señor, besó con mucho contento la tierra y diole gracias por la afrenta recibida. [con el comisario estaba fray Felipe cuando pusieron las guardas, llegado con la historia del navío desde Usaca, donde estaba con fray Martín, a quien pusieron guardas "casi al mismo tiempo" que a los de Myaco (Kyoto). También fray Martín pudo huir en Osaka por una ventana por la que entraron unos cristianos a sacar los ornamentos] pero como valeroso soldado de Jesucristo, no quiso con la huida afrentar la fe. [le consoló Dios con la venida desde Nagasaki de fray Jerónimo de Jesús, mandado para ser jefe de ese convento, que le consoló con cartas, no fue a verle porque el comisario le mandó que se escondiese] para que en la primera ocasión (porque se esperaba que habría muchos mártires) los capitanease y con su muerte y ejemplo les confortase en la fe. [pero como llegó Navidad sin que nada sucediera, con ayuda de un cristiano entró a celebrar la pascua con el preso, se confesaron, cada uno dijo 3 misas y estuvieron juntos ese día] manifestando el uno el contento que tenía en su prisión y el otro la envidia santa que le tenía hasta ver cumplidas las esperanzas de acompañarle en el martirio. Y por cumplir (436) con la obediencia se salió el padre fray Jerónimo a casa de un cristiano, adonde estaba escondido. [fueron los náufragos del san Felipe con fey Juan Pobre y un padre agustino a visitar la iglesia el día de pascua pero los gentiles no les dejaron, pero finalmente les dejaron, pero llevaban el calendario de Manila y el Japón van un día adelantado, así que celebraron de nuevo la Navidad, con gran alegría para los japoneses que ahí estaban; también fray Jerónimo se vio con ellos y recibieron cartas del comisario

(437 CAP 3 La alegría de los mártires. Carta del comisario: Dejaron a los cristianos solo entrar en el patio de la iglesia para la navidad]. Ayer oí decir, y creo que salió de la casa de Cosme, que había venido nueva a Taicosama que había parecido otro navío en Urando [y que mandó ver si venía de Luzón], y siendo así, confirmarse ha en su falsa imaginación de que venían a hacerle guerra. El Señor lo remedie, que harta miseria sería para Manila, aunque sería dicha si se supiese conocer. [fray Jerónimo puede ir a Nagasaki porque lo pide el general, aunque el comisario prefiere esperar qué dice el "despacho del rey"]. Y esté allá hasta que yo avise lo que ha de ser, si no nos crucifican primero, que por amor de Cristo eso es lo que deseo. [fray Felipe quiere ir con el general], pero no es posible si no se negocia con Chozungami diciéndole que es uno de los que vinieron en la nao. El hermano fray Juan se vuelva también a Manila, a dar cuenta a nuestro hermano provincial de lo que acá pasa, porque bastamos por ahora los que estamos hasta ver en qué paran estos pleitos. Cuando entendiera que nos habían de martirizar a todos, yo le detuviera que no se fuera. Mas no creo que recibiremos esa merced, aunque no tenemos seguro de que no nos hayan de matar. La consideración que el hermano fray Juan hace en su carta es muy buena: que si matan a los cristianos, no parecerá bien irnos nosotros; digo esto de que si a ellos los matan, y nosotros tenemos libertad, con ellos hemos de ir a predicarles y esforzarles, y de allí podrá ser que den tras nosotros, y si no nos matan, entiendo que nos han de echar del reino. El Señor ordene aquello que más ha de ser para su gloria, que cierto en toda esta prisión no le he pedido me libre de la muerte, sino que haga de mí lo que más sea agradable a su divina Majestad, y le doy infinitas gracias por esta merced.

439 [no dejan salir a los pobres de los hospitales y no sé qué van a comer, los cristianos nos dan limosna "mejor que antes" ahora que estamos presos. Fin de la carta y sigue Ribadeneira] Por cuya particular providencia sucedió de que siendo los gloriosos mártires condenados por la voz común de los gentiles diciendo que eran espías, y otros que (aunque se mostraban pobres) la mitad de la hacienda del navío de "San Felipe" era suya, no se puso nada de esto en la sentencia que contra ellos se dio, sino que por predicar el santo Evangelio contra la voluntad del rey los mandaba crucificar.

[440 CAP 4: presos y llevados a la cárcel. 30 diciembre llegó juez para llevarlos. Estaban rezando vísperas.] Comenzaron a dar gracias a Dios y, abrazándose unos a otros, dábanse el pláceme del inestimable bien que esperaban. Animábanse mucho, venciendo el temor natural con el deseo de padecer. [...] Llegados a la iglesia, mandó el santo comisario que se abriese la puerta de la reja y aguardó con muy alegre rostro hasta que los gentiles con furia rabiosa comenzaron a maltratar a los benditos mártires, y con los cordeles y sogas que llevaban atáronles atrás las manos con mucha crueldad, echándoles sogas a los cuellos. Y como no les estorbó para esto los pobres y cortos mantos que por hacer mucho frío traían, no se los quitaron. [441] Como los gentiles vieron que faltaba un religioso, entraron con gran furia a buscarle por el convento, y hallando al santo fray Gonzalo abrazado con la cruz en la huerta, le ataron, y dándole muchos palos le trajeron a la iglesia, ocupándose entre tanto otros en descolgar las imágenes de los altares y en tomar lo que estaba en la sacristía, aunque por estar todo lo que había en casa registrado, nadie se atrevió a hurtar cosa alguna. [comenzaron de rodillas ante el altar mayor a cantar el Te Deum, dejándoles los gentiles conmemorar a la Virgen y san Francisco; al salir un gentil llevó la cruz que tenía el comisario al cuello levantada delante de ellos]. Llevaron también atados con ellos a los dos niños Luis y Antonio, que por importunación casi alcanzaron el martirio. Y cuando llegaron en medio de la iglesia fue tanto el clamor y lágrimas de los cristianos, diciendo: "¡Martirio, martirio!", [cantaban los presos y respondían a coro los cristianos. 442 al salir cantaron O gloriosa Domina y al pasar por el hospital de santa Ana dijeron en voz alta la conmemoración de esta santa. Los pobres lloraban alaridos de dolor]. Perseveraban los cristianos en irse tras los santos, tirándoles por los mantos y besándoles los hábitos y echándose a sus pies para besarlos, y cuando no podían besaban la tierra que habían hollado. Y quien se señaló más en mostrar el amor que les tenía fue María, mujer principal y hermana de la Orden por ser casada con el hermano Cosme (de quien se ha hecho mención), y había siempre hecho obras de madre a los religiosos. Porque viéndose privar de los que tanto amaba en Jesucristo, no la podían apartar los sayones de los pies de los santos por más golpes que la daban, y a sus pies asida, decía que aquellos que llevaban presos eran santos y que no tenían culpa. Y por fuerza fue llevada a su casa, adonde le pusieron guardas, como a persona que había de ser castigada. [también robaron a los que vivían junto a la iglesia, dejándoles solo un pobre vestido. De la iglesia a la cárcel había más de un cuarto de legua (1.400 metros) por las calles más principales]. Y fue cosa maravillosa que soliendo ser gritados y maltratados con barro y piedras de los muchachos y de personas de poca consideración los mismos santos frailes que llevaban presos a la cárcel, cuando pasaron por las calles públicas no hubo semejantes ultrajes, antes los gentiles mostraban sentimientos, admirándose de que siendo padres extranjeros y no habiendo hecho algún delito, les llevasen con tanta deshonra a la cárcel. A la cual iban muy contentos, predicando a los que encontraban y mostrando en su semblante y palabras cómo aquella deshonra era honra y gloria para ellos.

[443 llegaron a la cárcel con mucha compañía de gentiles y los cristianos], movidos por el espectáculo que veían, desterrando el temor, manifestaban ser cristianos con llegar a besar el hábito de los padres, haciéndoles mucha reverencia, sacando públicamente los rosarios, mostrando con sus lágrimas que eran de la misma ley, y en sus palabras y cristiana libertad daban a entender que querían morir con ellos. [en la prisión había cristianos japoneses "familiares"]. Cuyo regocijo y consuelo no se puede declarar, porque arrodillados delante de los benditos religiosos, viéndolos ya compañeros de sus trabajos, y considerando cuánta honra merecían y cuánta les había hecho el rey y los grandes cuando vinieron y cuan santamente vivían todos, con sus lágrimas declaraban lo que sentían. Y todos tenían por grande merced de Dios el estar entre malhechores en la cárcel por la fe que habían recibido y en compañía de tan santos religiosos, y bendecían al Señor en su prisión.

[CAP. 5 cortan orejas. Dos días después de estos 5 religosos llevaron de Osaka a fray Martín con 3 japoneses y 3 jesuitas, los dejaron en la calle pública con las manos atadas atrás y pasando frío. 444] En este tiempo platicábase entre la gente principal que el rey no solo mandaba prender a los benditos mártires, mas que quería hacer en ellos un castigo ejemplar para poner temor a los cristianos, y mandando cortarles las orejas y narices, que es castigo que suelen dar a los facinerosos, que después determinaba que fuesen llevados a Manila, de adonde fueron enviados. [pero un "grande" dijo al rey que no parecía bien maltratar a extranjeros-embajadores]. Con esto se aplacó Taicosama y se resolvió en que les cortasen a todos los 24 que estaban presos parte de la oreja izquierda. [los llevaron a un lugar público junto a una varela, con los que habían traído "la noche antes de Usaca". Se animaban mientras les cortaban. 445.] Y, olvidados del dolor natural que la herida los causaba, todos estaban transformados en Dios. El cual en cada uno mostraba efectos maravillosos, y en los más flacos, como eran los niños, se mostraba más fuerte, como lo declaró el ánimo varonil con que el santo niño Tomé, acabando de cortarle la oreja, la mostró al gentil que se la cortaba, diciéndole que cortase más si quería y que se hartase de sangre de cristianos. [Fray Gonzalo platicó] la razón por que padecían y eran atormentados, por mandado del rey gentil, engañado de falsos consejeros, se movieron a convertirse muchos. [dos presos se bautizaron, era viernes después de fiesta de la circuncisión; un cristiano llamado Víctor llevó las partes de las orejas al padre Organtino como reliquias. 446

CAP 6 En carretas por las calles de Kioto-Myjako. Escribe el comisario a los tres religiosos que estaban presos en el barco (en Nagasaki), quedó fray Jerónimo escondido en Osaka, fray Juan Pobre con los del San Felipe también en Osaka] Fray Felipe estaba con nosotros en Miaco cuando nos llevaron presos a la cárcel pública, y aunque se avisó a dos jueces como no estaba con nosotros, por ser el que había venido en la nao "San Felipe", no le perdonaron. [sentencia llevan delante escrita en tabla] dice que porque predicábamos la ley de los cristianos contra el mandato de Taicosama, en llegando a Nangasaqui nos crucifiquen. [son 6 frailes, 16 japoneses, 3 jesuitas: un hermanoo, un doxico y otro hombre. 447 Otro día los pasearon a Zacay (barrio de Osaka), con pregón público como habían hecho en Kioto y Osaka (ahí y a Zacay los llevaron a caballo)]. En las cartas que escribe Taicosama a Tarazaba dicen que manda que si algunos frailes vinieren de Luzón los mate luego, y así si no es en hábito de japón no se podrán conservar acá. Encomiéndenos a Dios. Y si el Señor le sdiere espíritu de quedarse todos o alguno, podránlo hacer, como según Dios vieren que mejor conviene. [...] No vengan vuestras caridades a vernos, porque aunque nos consolaremos todos mucho, no se atreve este juez. Y dice que si lo sabe Taicosama que están vuestras caridades ahí y no le avisa, que le matarán, y no los viendo, él disimulará por que Taicosama no lo sepa.

[448 Por qué mataron solo 6 frailes y 18 otros] Porque el gobernador de Miaco, a quien fue cometida la ejecución de la sentencia, viendo que contra solos los frailes y sus familiares japones era la persecución, mandó quitar las guardas que al principio se pusieron en la casa de los padres de la Compañía, y por excusar la muerte a más de mil cristianos que escritos estaban y conocía no tener culpa, se resolvió que solamente muriesen con los santos frailes los japones que sacaron presos de su casa, como conocidos discípulos suyos, los cuales eran quince. [gobernador de Usaca prendió por error a los jesuitas asustado porque el rey le reprendió que hubiera convento en Usaca, y él entendió que tenía que prender a todos] Y es mucho de notar que viendo que para padecer juntamente con los benditos mártires concurrían a la cárcel los cristianos de la ciudad y aldeas comarcanas, admirado de esto, un juez gentil preguntó al santo comisario que cómo deseaban tantos cristianos morir, y respondióle que venían a gozar del barato que se hacía del cielo y bienaventuranza eterna, prometida a los cristianos que padecían por la verdad de su santa ley; y cuadróle tanto al gentil la respuesta, que dijo: "Yo quiero oír sermón y hacerme cristiano."

[449 CAP 7. Variedades. 450] Y el asomarse a las ventanas y puertas las mujeres gentiles cuando pasaban no era para hacerse burla y reírse de lo que veían, como en semejantes ocasiones suelen hacer; mas enternecidas del triste espectáculo, se mostraban compasivas y admiradas de ver cosa tan nueva en los que sabían eran muy estimados y honrados del rey [...] todos los gentiles, si ser prevenidos de algún mandato, hicieron traer mucha arena, con no pequeño trabajo, y la echaron por las calles, haciéndose semejante ceremonia en Japón solamente cuando su rey entra triunfante en un carro triunfal [iban de tres en tres en las carretas (cada una llevada por un buey), predicando o rezando. 451], acompañados de muchos ministros de justicia, que con palos echaban la gente por que quedasen atrás, como también suelen hacer cuando entra su rey con triunfo. [y los volvieron a meter en la cárcel.

CAP 8. Deseo de padecer que mostraron: Dios dio muestra del premio que había de dar al martirio]. Porque universalmente se azoraron todos los cristianos a desear padecer martirio en su compañía, desterrando del todo la pusilanimidad y miedo que la primera persecución que Taicosama había hecho a los cristianos les había engendrado. [por ejemplo los dos hijos del gobernador Guenifuin que como se dijo era amigo de los cristianos; Paulo el mayor y Constantino, junto con su primo Miguel 452, habían leído vidas de mártires y no creían fuera posible esa fortaleza, ahora la vieron con sus ojos, manifestaron a su padre que eran cristianos y dispuestos a morir; a Ribadeneira ya se le habían manifestado antes, pero con discreción y miedo, por lo que puede verse el miedo a Hideyoshi en que vivían]. Porque estando en casa de Combaco, el sobrino de Taicosama, se llegó a mí el Miguel, y mirando una imagen que yo tenía en el rosario, conociendo los rostros de Cristo y de su Madre santísima, que estaban en ella, me dijo muy pasito: "Jesucristo y María." Y preguntándole yo si era cristiano, dijo que sí, pero tan pasito y con tanto recelo, que el miedo le tenía transformado en sí. Y teniendo necesidad de hablar a su primo Constantino, jamás le pudimos hacer que aun nos mirase, aunque veía cuan extraordinarios favores nos hacía su amo Combaco al glorioso fray Gonzalo y a mí. Y por importunidad de nuestros ruegos salió con gran recato fuera del palacio y en un lugar secreto nos escuchó dos palabras por espacio de una Ave María, mirando a una y otra parte por que no se sospechase que era cristiano. Pero en esta ocasión resplandeció la virtud de la sangre de Cristo y de la prisión de sus siervos.

[453 Niña llamada Gracia, a quien su tía María quería esconder, lloraba tanto que hizo cambiar de opinión a la tía y preparó paños de lienzos para estar las dos con más honestidad en las cruces que esperaban] Las ansias que el prudente y gran cristiano Cosme Yoya tenía por acabar su vejez en la cruz, nadie las podrá explicar. Y su honrada mujer y buena cristiana María, que había ya probado, en los palos que la dieron en la prisión de los benditos frailes cuando los llevaron a la cárcel, cuán gustoso y ganancioso era para el alma el ser apaleada y encarcelada, como ella lo fue en su casa, más lloraba por quedar en aquella sazón con vida que los que más la aman lloran cuando la pierden. Y sus dos hijas Isabel y Magdalena, incitadas con el ejemplo de sus padres espirituales y de los carnales, con envidia santa apetecían ser del número de los que habían de ser bautizados. [... hubo otros ejemplos de los que no da nombre] Pero yo no me admiro de esto, porque conocí la virtud del hermano Vicente, de la Compañía, llamado Cicerón por la elocuencia que tiene en predicar el santo Evangelio, y vi en algunas ocasiones la constancia del valeroso capitán de la fe Justo Bocondono [Takayama], canonizada por verdadera en la pérdida de la honra y de la haciencia.

[454] gran devoción y antigua fe de Andrés Ongazabara, desheredado de su hacienda y renta por no descaer de la fe cristiana; y vi la soberana fortaleza y osadía con que, viviendo él en los aposentos delanteros de la casa que los padres de la Compañía tenían en Usaca, engañaba a los gentiles de la vecindad con esta traza, para que entendiesen que el padre de la Compañía no estaba allí, no recelando por hacer este servicio al Señor de perder la vida si necesario fuese, por que de esta suerte pudiesen los cristianos con alguna disimulación entrar a oír misa y confesarse, y aun los gentiles a oír sermón y ser catequizados. Pero es digno de gran admiración que el martirio de los santos haya encendido un gran deseo de padecer por Dios en el corazón de su anciano padre recién bautizado y de otros que aun eran niños en la fe.

De Sancho, devoto cristiano y hermano del bendito mártir Paulo Suzuqui, hospitalero, me dijeron personas fidedignas que se despidió de casa de un caballero gentil, a quien servía, diciendo que iba a morir con sus devotos los frailes, y que hizo más diligencias para morir con ellos que el más pusilánime podría hacer para no morir.

[3 chicos de poca edad, el mayor tendría 18, cuando llevaron presos a los religiosos en Nagasaki], el uno, llamado Lino, siguió siempre a los aprisionados frailes, y entrándose con ellos en la nao, no solo les mostró amor y agradecimiento, pero con su silencio y solicitud que tenía en servirlos edificaba a todos los del navío. Al cual vinieron los otros dos compañeros suyos el día siguiente, que habían quedado a guardar la casa con otro devoto viejo que servía de cocinero [...], que ponía admiración, en especial el Lino, que con tener sus padres en Nangasaqui, no solo perseveró siempre hasta venir a Manila con los que estábamos en prisión en el navío, pero diciéndome una noche que se decía que otro día nos habían de crucificar, teniendo ya por cierta la muerte, le pregunté si había de morir con nosotros, y le hallé con tanto ánimo, que me lo puso a mí y me dio motivo para alabar al Señor.

[455 CAP 9 de Kioto a Osaka, orden llevarlos de Miaco a Usaca (8 leguas: 45 km: lo que hay desde el puente Ichijomodo de Kioto al museo Osaka Nakanoshima), ante mucho gentío hicieron subir en caballos "con mucha inhumanidad" 456, al salir de Kioto prohibieron a los cristianos acompañar] Y como el hermano Cosme fuese siempre junto al santo comisario, viendo que era forzoso el apartarse de él, no con pequeño sentimiento de entrambos, el santo comisario le dio el crucifijo que llevaba rubricado con la sangre de su oreja, y, bañados los pies con sus devotas lágrimas, díjole que pues era fuerza el apartarse, que tomase aquella imagen y que tuviese cuenta y cuidado con la iglesia. Con las cuales palabras y precioso don se volvió el honrado viejo (aunque enriquecido y consolado) con gran soledad y sentimiento, porque era indecible el amor que tenía a los santos frailes, por ver su santa y apostólica vida y hallar en ellos verdaderos maestros, no solamente de las cosas de la fe, pero de la contemplación, en la cual se ejercitaban mucho. Y este sentimiento manifestó en una carta que en este artículo escribió a Manila [...]

"Viendo que los padres iban a morir por Cristo y me dejan, paréceme que soy como cuando unos suben a un monte a traer tesoros y otros se quedan abajo, comparándome a mí a estos segundos por no haber seguido a los mártires. Yo me fui a despedir del santo fray Pedro Bautista a una puerta de Miaco llamada Tonge, adonde me dio un crucifijo ensangrentado de la sangre que le había salido de la oreja que le cortaron, que le llevaba el santo para morir con él en el lugar del martirio, y me lo dejó a mí por el mucho amor que me tenía. Ya el santo fray Pedro me ha faltado, que era mi padre, y en quien yo tenía mucha confianza, y solo me ha quedado para su memoria el crucifijo. Yo tengo mi confianza en Dios, y en su Madre y en San Francisco, y en el santo fray Pedro Bautista y en [457] los demás sus compañeros y mártires. A los cuales ruego sean intercesores por sus hijos que andan descarriados y por los pobres de los hospitales que andan desechados; y como estoy pobre, no les puedo recoger, pero Dios no les ha de faltar." [carta al provincial de san Gregorio, no dice en qué carta a quién] y cuando en compañía de otros cristianos se despidió de sus queridos padres, no cesaban de alabar a los cristianos las virtudes de aquellos bienaventurados religiosos, diciéndoles de su abstinencia cómo les vio echar agua en los pobres manjares para quitarles el sabor, como los santos del yermo hacían [algunos vituperios por el camino de los infieles caminantes o de los que iban en su compañía, y a la cárcel pública.

CAP 10 paseados por Usaca. 458 allí eran menos conocidos, por ser su iglesia escondida y no pública como la de Myjako.] Pero en medio de estas afrentas movía Dios los corazones de muchos cristianos para que fuesen honrándolos y publicando su santidad y cuan contra razón los afrentaban, diciendo a los gentiles, sin temor, sus virtudes y la ley de Dios que predicaban y el alegría espiritual que llevaban. [...] Sabiendo que los santos venían por su calle, salió una mujer con ánimo varonil, con un niño en los brazos, y rompiendo por la gente y guardas, teniendo por honra los golpes que le daban, llegó hasta los caballos, y puesta de rodillas pidió su bendición a los santos, mostrando deseos de padecer como ellos. Porque con la fe vencía el amor natural que a sí y a su hijo tenía. Y en este acto no dejaría de ganar muchos merecimientos por lo que sufrió cuando, con inhumanidad, fue apartada de junto a los pies de los benditos mártires.

[459 por las calles los vieron el agustino, fray Juan Pobre, Matías de Landecho (general del navío San Felipe) y otros 5 españoles, iban con guardias que les impedían juntarse a los mártires; estaba en la ciudad fray Jerónimo de Jesús, escondido, y no se dice que los viera, los volvieron a la cárcel], adonde el Señor los consoló con ver la fe y cristiandad que mostró un niño, hijo del teniente del gobernador de la ciudad, y algunos de sus criados, que había bautizado poco había el bendito fray Martín. [...] Y por entender no habían de conseguir su intento de morir con ellos, no manifesaban públicamente su fe en alta voz delante del rey, aunque sus obras y señales las publicaban entre todos los gentiles que andaban en guarda de los santos.

[CAP 11 Llevados a Sakai 460 a caballo, a legua y media de Osaka (8,4 km, empieza al sur del río Yamato: del museo Nakanoshima al parque Yamatogawa hay 11 km)] Y ansí iban los santos aprovechando el tiempo con santas consideraciones, publicando unos la ley de Dios Nuestro Señor y la falsedad de la idolatría, cuando otros, callando, oraban.

[459]