Diferencia entre revisiones de «Hideyoshi»

De martyres
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Hemos visto además que los propios jesuitas eran perfectamente conscientes de que la mayoría de estos nuevos conversos que habían entrado en el cristianismo bien por intereses económicos –los daimyō–, bien por obligación –sus súbditos–, no eran en realidad verdaderos cristianos que hubiesen abrazado la religión por motivos de fe. Pese a ello, no parecía importarles más que por el hecho de que admitían que, si después de convertidos, no podían ser atendidos adecuadamente –principalmente por falta de personal–, su adhesión al cristianismo podía ser pasajera, terminando en cuanto desapareciesen los intereses o la obligación que les había hecho convertirse en primer lugar. Mientras fuesen cristianos, sin embargo, sus conversiones eran debidamente contabilizadas, resultando en enormes cifras que se enviaban a Roma y se difundían por Europa, donde la misión jesuita japonesa se vendía como un rotundo éxito. Por otro lado, y de la misma forma, los jesuitas eran como mínimo conocedores de las destrucciones sistemáticas de templos, santuarios e ídolos religiosos japoneses tras la conversión de un señor regional, y no hicieron nada por evitarlas –aquellas de las que no fueron directamente instigadores–, más allá de intentar que se llevasen a cabo de forma disimulada, en secreto y poco a poco, para no escandalizar a los gentiles, como hemos visto admitir al propio Valignano en una carta de 1580.
Hemos visto además que los propios jesuitas eran perfectamente conscientes de que la mayoría de estos nuevos conversos que habían entrado en el cristianismo bien por intereses económicos –los daimyō–, bien por obligación –sus súbditos–, no eran en realidad verdaderos cristianos que hubiesen abrazado la religión por motivos de fe. Pese a ello, no parecía importarles más que por el hecho de que admitían que, si después de convertidos, no podían ser atendidos adecuadamente –principalmente por falta de personal–, su adhesión al cristianismo podía ser pasajera, terminando en cuanto desapareciesen los intereses o la obligación que les había hecho convertirse en primer lugar. Mientras fuesen cristianos, sin embargo, sus conversiones eran debidamente contabilizadas, resultando en enormes cifras que se enviaban a Roma y se difundían por Europa, donde la misión jesuita japonesa se vendía como un rotundo éxito. Por otro lado, y de la misma forma, los jesuitas eran como mínimo conocedores de las destrucciones sistemáticas de templos, santuarios e ídolos religiosos japoneses tras la conversión de un señor regional, y no hicieron nada por evitarlas –aquellas de las que no fueron directamente instigadores–, más allá de intentar que se llevasen a cabo de forma disimulada, en secreto y poco a poco, para no escandalizar a los gentiles, como hemos visto admitir al propio Valignano en una carta de 1580.
Por tanto las críticas de Hideyoshi en 1587 eran fundadas.
La adaptación (accommodatio) de los jesuitas no era relativismo, ya aplicaron Javier y Vaignano "prácticamente obligados ante la peculiaridad del contexto japonés", no por convicción, ya que los jesuitas aplicaron otras tácticas "inflexibles" en otros contextos donde los europeos tenían el control militar y la población local no era tan civilizada (Javier escribía el 5-11-1549: «la mejor que hasta agora está descubierta», en 1979, p. 354). Y tampoco se adaptaron tanto, p. 658:
No sólo eso, la propia adaptación aplicada en Japón no fue en realidad tan flexible como suele darse a entender en estas obras que comentábamos antes –sí lo fue para los estándares de su época, cierto, pero no tanto como suele decirse–, pues en realidad se circunscribía únicamente a aspectos de la vida diaria o las costumbres japonesas, y cuando se refería a temas relacionados con la religión se aplicaba sólo de forma muy superficial, permaneciendo siempre inmutable e incuestionados los aspectos centrales de la doctrina. Autores como Rubiés o Paramore han incidido muy acertadamente en estos límites de la flexibilidad de Valignano, que no sólo era una medida temporal 1142, sino que además no era utilizada para resolver algunos problemas que se respondían enfatizando la autoridad y la ortodoxia doctrinal, y no explicaciones racionales 1143.
(11142 Rubiés 2005, p. 239; 1143 pARAMORE, 2008, 256-257).

Revisión del 17:16 16 abr 2022

Hideyoshi y los mártires de Japón.

Sigo las conclusiones de Jonathan López, cuya tesis puede consultarse desde la página de Bibliografía.

Nobunaga no sentía predilección por el cristianismo ni odio hacia el budismo, era un pragmático que utilizaba lo que le convenía para conseguir sus objetivos. En 1580 en el asedio al castillo de Takatsuki mostró sus dudas sobre las intenciones de los misioneros y amenazó a los Takayama con eliminar el cristianismo. Pero el problema se resolvió y siguió ayudando a los misioneros. p. 654:

Defendemos aquí que si Nobunaga no llegó a prohibir y perseguir a esta religión fue sencillamente porque murió antes de haber llegado a conquistar Kyūshū, donde los jesuitas tenían un gran poder político que habría resultado intolerable para un proyecto tan centralizador como el suyo. En la zona central del país, la que él tenía bajo su control, el cristianismo no fue nunca tan influyente como para suponer un problema, mientras que allí sí lo era la actividad de algunos grupos budistas, y de ahí la radicalmente diferente actitud de este daimyō para con unos y otros.

Los comerciantes portugueses se vieron beneficiados por el bloqueo chino al comercio japonés impuesto solo nueve años después de la llegada lusa al Japón y por la coincidencia de la gran demanda de plata japonesa en china y de seda china en Japón. También les beneficiaba la guerra entre daimyō en Japón y el interés de estos por el comercio y las armas de fuego. Pero los portugueses en esto eran expectadores: no controlaban esos factores.

Intromisiones políticas de los jesuitas, a veces a petición de daimyō:

-1566: Suministraron armas a Ōmura Sumitada, o cuando este mismo señor recibió ayuda militar por parte de cuatro barcos portugueses.

-1567-68: Ōtomo Sōrin pidió ayuda militar al obispo Carneiro.

-(Iniciativa jesuita) Valignano favoreció a Arima Harunobu regalándole víveres y arcabuces por valor de nada menos que 600 ducados, o cuando poco después no quiso bautizar a este mismo daimyō hasta estar seguro de que saldría vencedor de la contienda en la que estaba inmerso.

-1580: Asedio al castillo de Takasuki (petición de Oda Nobunaga).

-1586 (iniciativa jesuita) Gaspar Coelho ofreció a Hideyoshi primero la colaboración de varios señores cristianos para su campaña sobre Kyūshū, y después incluso ayuda militar portuguesa desde India para su proyecto de conquista de China.

A cambio los jesuitas pretendían favorecer la misión con permisos para predicar o construir iglesias o escuelas, la conversión de algún daimyō y sus súbditos, la destrucción de templos y santuarios. p. 656:

Hemos visto además que los propios jesuitas eran perfectamente conscientes de que la mayoría de estos nuevos conversos que habían entrado en el cristianismo bien por intereses económicos –los daimyō–, bien por obligación –sus súbditos–, no eran en realidad verdaderos cristianos que hubiesen abrazado la religión por motivos de fe. Pese a ello, no parecía importarles más que por el hecho de que admitían que, si después de convertidos, no podían ser atendidos adecuadamente –principalmente por falta de personal–, su adhesión al cristianismo podía ser pasajera, terminando en cuanto desapareciesen los intereses o la obligación que les había hecho convertirse en primer lugar. Mientras fuesen cristianos, sin embargo, sus conversiones eran debidamente contabilizadas, resultando en enormes cifras que se enviaban a Roma y se difundían por Europa, donde la misión jesuita japonesa se vendía como un rotundo éxito. Por otro lado, y de la misma forma, los jesuitas eran como mínimo conocedores de las destrucciones sistemáticas de templos, santuarios e ídolos religiosos japoneses tras la conversión de un señor regional, y no hicieron nada por evitarlas –aquellas de las que no fueron directamente instigadores–, más allá de intentar que se llevasen a cabo de forma disimulada, en secreto y poco a poco, para no escandalizar a los gentiles, como hemos visto admitir al propio Valignano en una carta de 1580.

Por tanto las críticas de Hideyoshi en 1587 eran fundadas.

La adaptación (accommodatio) de los jesuitas no era relativismo, ya aplicaron Javier y Vaignano "prácticamente obligados ante la peculiaridad del contexto japonés", no por convicción, ya que los jesuitas aplicaron otras tácticas "inflexibles" en otros contextos donde los europeos tenían el control militar y la población local no era tan civilizada (Javier escribía el 5-11-1549: «la mejor que hasta agora está descubierta», en 1979, p. 354). Y tampoco se adaptaron tanto, p. 658:

No sólo eso, la propia adaptación aplicada en Japón no fue en realidad tan flexible como suele darse a entender en estas obras que comentábamos antes –sí lo fue para los estándares de su época, cierto, pero no tanto como suele decirse–, pues en realidad se circunscribía únicamente a aspectos de la vida diaria o las costumbres japonesas, y cuando se refería a temas relacionados con la religión se aplicaba sólo de forma muy superficial, permaneciendo siempre inmutable e incuestionados los aspectos centrales de la doctrina. Autores como Rubiés o Paramore han incidido muy acertadamente en estos límites de la flexibilidad de Valignano, que no sólo era una medida temporal 1142, sino que además no era utilizada para resolver algunos problemas que se respondían enfatizando la autoridad y la ortodoxia doctrinal, y no explicaciones racionales 1143.

(11142 Rubiés 2005, p. 239; 1143 pARAMORE, 2008, 256-257).