Garcés

De martyres
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Garcés (volver a Bibliografía Japón)

Garcés, García, S.J.: Relación de la persecución que hubo en la Iglesia de Japón y de los insignes mártires que gloriosamente dieron sus vidas en defensa de nuestra santa fe el año de 1622. Madrid, 1625, Luis Sánchez, México, 1624, 83 páginas. Disponible en internet: https://archive.org/details/bub_gb_Hgn3JLDZt_oC_2 [consultado el 11 de junio de 2022].

Al lector: con "cartas y pinturas que nuestros religiosos (que al presente andan disfrazados y encubiertos, sustentando en la fe a aquella cristiandad) enviaron, más también por marineros y pasajeros que en los dichos navíos vinieron" (1623 un navío de portugueses y otro de japones a Manila, donde estaba desterrado el P. García Garcés que estuvo 30 años en Japón; 118 mártires "confía asimismo como estos dichosos santos son dignos de toda veneración y alabanza: pues ni allí faltaron los Laurencios asados a fuego manso; ni Clementes arrojados a las hondas del mar; ni tiernos niños, émulos de Justo y Pastor, en el deseo de dar la vida por Cristo, ni santas madres mártires, que a sus queridos hijos no ya expirando cual otro Melitón, sino vivos y gozosos, suspirando por el martirio, los llevasen en brazos, para ofrecerlos en holocausto suavísimo al Señor".

Cap. I folio I anv 1619 corsarios holandeses tomaron cerca de Japón un navío de japones que volvía de Filipinas hallando al P. Fray Luis Flores OP y Pedro de Zúñiga OSA con hábito de pasajeros,

(vuelto) con indicio de que eran religiosos en Firando hicieron presente de ellos al gobernador y le encargaron ponerlos a recaudo hasta averiguar la verdad, el gobernador de Nagasaki, temeroso de que no le pasase perjuicio haber consentido contra los edictos imperiales que gente semejante hubiese tomado puerto en las tierras de su gobernación los procuró con todas veras encubrir y ocultar, asegurando al emperador que no eran religiosos, pero los holandeses instaban porfiadamente en lo contrario, añadiendo que fray Pedro de Zúñiga era hijo del Rey de España y ambos venían de allí por espías a aquellos reinos. Habiendo pues pasado dos años y medio de rigurosa cárcel, y sufrido en paciencia por el nombre y amor de Jesucristo muy malos tratamientos que los enemigos de la fe y religión católica les hacían, finalmente, deseando dar sus vidas por la santa fe que iban a predicar, y por la obligación que les corría de manifestarse por cristianos, confesaron de plano que lo eran, y juntamente religiosos de las sagradas órdenes arriba dichas.

De esa confesión tan animosa y santa, el gobernador de Nagasaki quedó tan indignado y sentido, que luego lo mostró en el semblante y palabras, diciendo que todos éramos unos mentirosos falsarios, y que aún a él mismo le hacían salir mentiroso delante del emperador, que sin duda le castigaría por haber tanto tiempo defendido él y sustentado delante de su alteza que no eran religiosos. Y añadió que los holandeses habían de salir victoriosos y triunfar de él y ser tenidos por hombres de más verdad que no él, pues tanto la habían sustentado y aún el señor de Firando había de ganar honra con el emperador y él perderla y quedar afrentado. Pero como al fin había de ir forzosamente a la corte a dar cuenta al emperador de lo sucedido, mandó que los dos confesores de Jesucristo, junto con Joaquín Firayama, capitán del navío en que vinieron, quedasen presos en Yquinoxima, que es una isla cerca de Firando, hasta que él volviese, o avisase de allá lo que su alteza ordenase se hiciese dellos.

Cap. 2 (dio cuenta al emperador) de que se indignó tanto, que con mayores muestras que jamás dio de sentimiento y enojo, dijo estas palabras: Es posible que haya atrevimiento para entrar en mis reinos los que yo con tanto rigor he prohibido por mis leyes? Ya qué les queda, sino alzarse con el Imperio? Acrecentó esta indignación y furor una nueva que al mismo tiempo vino de Firando, que ciertos cristianos de Nagasaki, movidos de celo y deseo de que un ministro tal del santo Evangelio como el Padre Fray Luis Flores no estuviese tanto tiempo impedido de ayudar a aquella cristiandad, quebrantaron la cárcel y con otros dos fieles que había presos, les sacaron de ella: Acción inconsiderada y atrevida, por ser cosa difícil encubrirse en Japón el hecho, ni las personas, y por el grande riesgo a que se ponían los unos y los otros, con evidente daño de la cristiandad como se experimentó luego en que el emperador, tomando esto por desacato hecho a su persona en menoscabo del imperio, mandó severamente al gobernador por

(2 vuelto) por sentencia definitiva que al punto se volviese a Nagasaki, con amplia comisión suya, para quemar vivos al capitán Ioachin Firayama, y a los dos frailes que en su navío habían venido, con todos los oficiales y marineros de él que fuesen cristianos, y los religiosos que en diversas cárceles estaban presos, así europeos como japones, hasta las mujeres e hijos de otros que los años pasados con tanta gloria de Dios Nuestro Señor, y bien de aquella cristiandad, habían padecido martirio. Y finalmente a cualesquiera otros que por alguna vía o manera hallasen ser cristianos o comprehendidos en la causa y favor de la fe.

Admitió este mandato Gonrocundono, no solo con deseo de ponerle en ejecución, más también de aventajarse y extremarse en el rigor (además el emperador le despidió diciendo) La culpa de esto la tenéis vos, Gonrocu, que si otro fuera, ya no hubiera quedado ninguno de estos bonzos del sur (que así llaman a los religiosos) que inquietan mis reinos y predican una ley tan contraria a las leyes del Japón, y por ser vos tan negligente en registrar los navíos que de fuera vienen, van entrando otros de nuevo cada día, como se ve en estos dos que agora se descubrieron, los cuales yo siempre tuviera por tales, si vos por vuestros particulares intereses no hubiérades insistido dos años y más en que no eran religiosos. Pues id luego y ejecutad lo que os tengo mandado, y no quede diligencia por hacer para descubrir los que andan escondidos, y para que ninguno otro entre de nuevo. Y mirad por vos, que sobre vuestra cabeza va de caer cualquier defecto que en esto hubiere.

(3 recto, se excedió al volver) con ser él de suyo blando, y que mil veces se hacía sordo y ciego para no llevar las cosas al cabo, y con ser verdad que si al presente está en pie la cristiandad y ciudad de Nagasaki, en gran parte se puede atribuir a su buen natural y condición, agora la trajo tan mudada, y vino tan otro del que antes era, que luego mandó prender y aprisionar a toda la gente del navío de Iachin Firayama, en que los dos religiosos habían venido. No hubo mucha dificultad ni tardanza en haber de prender tanta gente, porque todos estaban seguros y de manifiesto, con los fiadores que desde el principio se habían obligado a dar cuenta de ellos cada y cuando se les pidiese. Y ellos, así por no dar trabajo ni cuidado a sus fiadores, como por el gran deseo que tenían de derramar la sangre por su Criador y Señor, ningun trataba de hacer ausencia, ni huir el rostro a la crueldad del tirano. Mas él, no contento con esto, hizo prender a las mujeres e hijos de los sobredichos, y confiscar todos los bienes que se pudieron hallar suyos, y depositar de nuevo sus personas, en pder de vecinos de la ciudad, para que al tiempo señalado nadie faltase. Hecha esta diligencia, despachó luego a Firando

(3 vto el de Firando mandó a los religiosos y Firayama en un barco, mientras el de Nagasaki examinó a los cristianos para saber dónde y cuándo se habían bautizado) los persuadía a que retrocediesen y negasen la fe, prometiéndoles perdón y merced de la vida, en nombre y de parte del emperador, de quien traía poder y comisión amplísima para todo. Pero ellos constantemente respondieron que por ningún caso habían de volver atrás; y así mandó que volviesen otra vez a la cárcel, adonde fueron con extraordinario gozo, regocijándose de que se trataba y estaba ya tan cerca de efectuarse el quitarles las vidas solo porque eran cristianos, y por haber traído en su navío ministros y operarios que predicasen la ley de Cristo Señor Nuestro.

(Llegados los de Firando se comunicó sentencia de quemar a tres y decapitar al resto) Aquí dicen que los santos confesores de Cristo (4 anv) preguntaron al gobernador por qué causa los condenaba a muerte, y les fue respondido que los dos religiosos, padre fray Luis Flores y padre fray Pedro de Zúñiga, por haber venido al Japón contra leyes y prohibiciones tan rigurosas del emperador, a predicar la ley de los cristianos; y al capitán Ioachin Firayama con los demás, porque contra las mismas leyes y edictos imperiales habían traído semejante gente. Con esto los unos y los otros quedaron muy alegres y gozosos, por haberlos hecho Dios dignos, no solo de padecer lo que habían padecido, mas también de morir, unos quemados, y otros degollados por el nombre santo de Jesucristo.

Cap. 4: 15 mártires el 19 de agosto de 1622 en Nagasaki. Los tres "con 12 oficiales del navío y pasajeros", en el mismo lugar de 1597, donde también ajustician a los malhechores "en desprecio de los mártires de Cristo". Puestos los dos religiosos y el capitán Ioachin en las columnas.