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De martyres
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De Luca, Renzo, S.I.: "La scoperta dei cristiani nascosti del Giappone", artículo en AA.VV. Giappone, La Civiltà Cattolica, Accènti, 10, 2019.
De Luca, Renzo, S.I.: "La scoperta dei cristiani nascosti del Giappone", artículo en AA.VV. Giappone, La Civiltà Cattolica, Accènti, 10, 2019.
Los cristianos favorecieron su unidad con asociaciones como la Confraternidad de la Misericordia, con reglas rígidas y que exigía empeño a sus miembros: no podían formar parte de ellas por ejemplo los padres que no respetaran la libertad de sus hijos respecto al matrimonio o los que abusaban del alcohol.
Desencadenada la persecución, los cristianos se preparaban al martirio con valor usando manuscritos como Maruchirio no Kokoroe (Instrucciones para el martirio) que se conservan hasta hoy, por lo que sabemos que se usaban y que los conservaban funcionarios que buscaban continuamente todo lo que tuviera que ver con el cristianismo.
Los perseguidores sabían que sería difícil exterminar a los cristianos, hacia 1640 se escribió la guía para los interrogadores sobre las creencias religiosas (Shumon Sensaku Kokoro-mochi no koto) por orden de Inoue, gobernador de Chikugo, encargado de la represión contra los cristianos:
Si el marido es cristiano, también lo es la mujer; si el hijo es cristiano, lo son también los padres; si los padres son cristianos, lo es también el hijo; en general, en el 80% de los casos, estas personas son cristianas. En particular, los cristianos coreanos están profundamente ligados a su fe, que está muy arraigada, sobre todo en las mujeres.
El edicto que se difundió por todo el país declaraba en un artículo:
Quien entregue a un cristiano que haya vuelto a su fe será recompensado con 300 monedas de plata.
Se refiere a los que en los interrogatorios aceptaron participar en la ceremonia de pisar las imágenes sagradas (fumi-e), luego en 1650, fecha en que se adjuntó este artículo al edicto, había muchos cristianos clandestinos.
La administración Tokugawa concluyó que la fustigación pública era contraproducente. En 1644 fue martirizado el último sacerdote, Konishi Mansho. El jesuita Antoine Thomas (1644-1709) desde la India y Macao escribía el 18 de septiembre de 1679:
A pesar de la falta de comprensión de parte de Roma (el superior general), un hermano está tratando desde hace unos años de entrar en Japón.
En ese año envió Thomas al superior general una relación titulada: Principales razones para enviar misioneros a Japón. Proponía establecer un centro de estudios en las Islas Marianas para formar misioneros y enviarlos, pensando entrar a través de Rusia y Hokkaido.
En 1708 el padre Sidotti, sacerdote diocesano, llegó a Japón y fue arrestado poco después, sufriendo martirio el 15 de diciembre de 1715. Este gesto debió animar a los cristianos ocultos y el 24 de febrero de 1748 el papa Benedicto XIV promulgó un decreto en el que proclamaba a san Francisco Javier patrono de Japón y pedía la atención de la Iglesia universal hacia ese país. El 11 de febrero de 1781 la Congregación para la evangelización de los pueblos pidió al obispo de Nankín (Nanchino) "explorar las posibilidades de reentrar en Japón" y el 28 de mayo de 1803 envió a los jesuitas de Rusia una "Carta de Mandato para ingresar en Japón", aunque nadie llegó a entrar. El descubrimiento se produjo en Nagasaki el 17 de marzo de 1865 en el barrio de Urakami, cuando arriesgando la vida unos files dijeron en la iglesia de Okura al padre Petitjean:
Nuestros corazones son iguales a los vuestros.
Al ver una estatua de la Virgen, exclamaron:
¡Es ciertamente Ella, Santa María, que tiene en brazos al Niño Jesús!
Los misioneros examinaron si su fe era correcta y los bautismos válidos, recopilando 20 términos que usaban para el bautismo y concluyendo que sí (Epistolario de mons. Petitjean): tras consultar con Roma concluyeron que a pesar de algunas diferencias exteriores, la fe de los cristianos clandestinos, con pocas excepciones, era conforme a la doctrina de la Iglesia católica. Conservaban la influencia de las congregaciones religiosas del siglo XVII, así escribía Petitjean el 29 de enero de 1866:
No es exagerado decir que la antigua rivalidad había creado sectas entre los cristianos. Aún hoy, después de más de doscientos años, esas diferencias sobreviven esporádicamente. En algunos pueblos, cada grupo se compone de unas cien personas, y los grupos tienen diferentes comportamientos religiosos. Un grupo ayuna los miércoles, viernes y sábados, mientras que otro lo hace solo al final de la semana. Debido a que adoptan calendarios diferentes, la Semana Santa se celebra en fechas diferentes, y un grupo no reconoce la del otro. Están los Reucitans, los Patarans y los Doisikos, que reflejan las diferencias entre los hijos espirituales de los franciscanos, jesuitas y dominicos. Sin embargo, estas no son diferencias esenciales. Gracias a Dios, ahora todos ellos nos reconocen como los sucesores de los misioneros de la antigüedad. Estas diferencias, que son herencia de antiguos conflictos, deberían desaparecer con el tiempo, y todas irán juntas en la misma dirección.
Petitjean describe un libro que los cristianos ocultos consideran precioso: El Manual para la contrición (1603), como si hubieran previsto que estarían privados de sacerdotes por mucho tiempo, explica con claridad y completamente el dogma, el esfuerzo por comprenderlo y ponerlo en práctica ha debido ser un fuerte apoyo para las personas que hubieran pecado después del bautismo (carta del 30 de junio de 1865). La recopilación titulada La formación ascética y espiritual, contenía una traducción libre de los Ejercicios espirituales de San Ignacio, y otras obras devocionales, incluido el Manual para la contrición y la leían asiduamente los fieles desde comienzos del siglo XVII. Era el libro preferido del noble samurai Takayama Ukon y de Hosokawa Gracia (aristócrata) y que los mártires lo tenían en sus manos al morir. He aquí un fragmento de la Formación ascética y espiritual:
Con un breve orasho (oración), dejando que tu corazón se eleve, tomando un respiro, adquieres el hábito de ofrecer tu corazón a Dios de inmediato, es como agregar leños al fuego, de vez en cuando, para que no se apague el fuego. Asimismo, debéis tomar a pecho este ejercicio ascético para nunca apagar el fuego de la devoción que arde en el orasho.
En 1867 volvió la persecución y los cristianos que confesaron su fe fueron exiliados. Más de 600 murieron en el exilio. Pío IX fue informado y en 1868 mandó una carta para animarles. En 1873 los decretos se suspendieron y los exiliados pudieron regresar. Siete generaciones sin sacerdotes.

Revisión actual - 17:53 28 may 2022

De Luca (volver a Bibliografía Japón) Japón.

De Luca, Renzo, S.I.: "La scoperta dei cristiani nascosti del Giappone", artículo en AA.VV. Giappone, La Civiltà Cattolica, Accènti, 10, 2019.

Los cristianos favorecieron su unidad con asociaciones como la Confraternidad de la Misericordia, con reglas rígidas y que exigía empeño a sus miembros: no podían formar parte de ellas por ejemplo los padres que no respetaran la libertad de sus hijos respecto al matrimonio o los que abusaban del alcohol.

Desencadenada la persecución, los cristianos se preparaban al martirio con valor usando manuscritos como Maruchirio no Kokoroe (Instrucciones para el martirio) que se conservan hasta hoy, por lo que sabemos que se usaban y que los conservaban funcionarios que buscaban continuamente todo lo que tuviera que ver con el cristianismo.

Los perseguidores sabían que sería difícil exterminar a los cristianos, hacia 1640 se escribió la guía para los interrogadores sobre las creencias religiosas (Shumon Sensaku Kokoro-mochi no koto) por orden de Inoue, gobernador de Chikugo, encargado de la represión contra los cristianos:

Si el marido es cristiano, también lo es la mujer; si el hijo es cristiano, lo son también los padres; si los padres son cristianos, lo es también el hijo; en general, en el 80% de los casos, estas personas son cristianas. En particular, los cristianos coreanos están profundamente ligados a su fe, que está muy arraigada, sobre todo en las mujeres.

El edicto que se difundió por todo el país declaraba en un artículo:

Quien entregue a un cristiano que haya vuelto a su fe será recompensado con 300 monedas de plata.

Se refiere a los que en los interrogatorios aceptaron participar en la ceremonia de pisar las imágenes sagradas (fumi-e), luego en 1650, fecha en que se adjuntó este artículo al edicto, había muchos cristianos clandestinos.

La administración Tokugawa concluyó que la fustigación pública era contraproducente. En 1644 fue martirizado el último sacerdote, Konishi Mansho. El jesuita Antoine Thomas (1644-1709) desde la India y Macao escribía el 18 de septiembre de 1679:

A pesar de la falta de comprensión de parte de Roma (el superior general), un hermano está tratando desde hace unos años de entrar en Japón.

En ese año envió Thomas al superior general una relación titulada: Principales razones para enviar misioneros a Japón. Proponía establecer un centro de estudios en las Islas Marianas para formar misioneros y enviarlos, pensando entrar a través de Rusia y Hokkaido.

En 1708 el padre Sidotti, sacerdote diocesano, llegó a Japón y fue arrestado poco después, sufriendo martirio el 15 de diciembre de 1715. Este gesto debió animar a los cristianos ocultos y el 24 de febrero de 1748 el papa Benedicto XIV promulgó un decreto en el que proclamaba a san Francisco Javier patrono de Japón y pedía la atención de la Iglesia universal hacia ese país. El 11 de febrero de 1781 la Congregación para la evangelización de los pueblos pidió al obispo de Nankín (Nanchino) "explorar las posibilidades de reentrar en Japón" y el 28 de mayo de 1803 envió a los jesuitas de Rusia una "Carta de Mandato para ingresar en Japón", aunque nadie llegó a entrar. El descubrimiento se produjo en Nagasaki el 17 de marzo de 1865 en el barrio de Urakami, cuando arriesgando la vida unos files dijeron en la iglesia de Okura al padre Petitjean:

Nuestros corazones son iguales a los vuestros.

Al ver una estatua de la Virgen, exclamaron:

¡Es ciertamente Ella, Santa María, que tiene en brazos al Niño Jesús!

Los misioneros examinaron si su fe era correcta y los bautismos válidos, recopilando 20 términos que usaban para el bautismo y concluyendo que sí (Epistolario de mons. Petitjean): tras consultar con Roma concluyeron que a pesar de algunas diferencias exteriores, la fe de los cristianos clandestinos, con pocas excepciones, era conforme a la doctrina de la Iglesia católica. Conservaban la influencia de las congregaciones religiosas del siglo XVII, así escribía Petitjean el 29 de enero de 1866:

No es exagerado decir que la antigua rivalidad había creado sectas entre los cristianos. Aún hoy, después de más de doscientos años, esas diferencias sobreviven esporádicamente. En algunos pueblos, cada grupo se compone de unas cien personas, y los grupos tienen diferentes comportamientos religiosos. Un grupo ayuna los miércoles, viernes y sábados, mientras que otro lo hace solo al final de la semana. Debido a que adoptan calendarios diferentes, la Semana Santa se celebra en fechas diferentes, y un grupo no reconoce la del otro. Están los Reucitans, los Patarans y los Doisikos, que reflejan las diferencias entre los hijos espirituales de los franciscanos, jesuitas y dominicos. Sin embargo, estas no son diferencias esenciales. Gracias a Dios, ahora todos ellos nos reconocen como los sucesores de los misioneros de la antigüedad. Estas diferencias, que son herencia de antiguos conflictos, deberían desaparecer con el tiempo, y todas irán juntas en la misma dirección.

Petitjean describe un libro que los cristianos ocultos consideran precioso: El Manual para la contrición (1603), como si hubieran previsto que estarían privados de sacerdotes por mucho tiempo, explica con claridad y completamente el dogma, el esfuerzo por comprenderlo y ponerlo en práctica ha debido ser un fuerte apoyo para las personas que hubieran pecado después del bautismo (carta del 30 de junio de 1865). La recopilación titulada La formación ascética y espiritual, contenía una traducción libre de los Ejercicios espirituales de San Ignacio, y otras obras devocionales, incluido el Manual para la contrición y la leían asiduamente los fieles desde comienzos del siglo XVII. Era el libro preferido del noble samurai Takayama Ukon y de Hosokawa Gracia (aristócrata) y que los mártires lo tenían en sus manos al morir. He aquí un fragmento de la Formación ascética y espiritual:

Con un breve orasho (oración), dejando que tu corazón se eleve, tomando un respiro, adquieres el hábito de ofrecer tu corazón a Dios de inmediato, es como agregar leños al fuego, de vez en cuando, para que no se apague el fuego. Asimismo, debéis tomar a pecho este ejercicio ascético para nunca apagar el fuego de la devoción que arde en el orasho.

En 1867 volvió la persecución y los cristianos que confesaron su fe fueron exiliados. Más de 600 murieron en el exilio. Pío IX fue informado y en 1868 mandó una carta para animarles. En 1873 los decretos se suspendieron y los exiliados pudieron regresar. Siete generaciones sin sacerdotes.