Céspedes

De martyres
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Cartas de Corea Cartas de Corea Céspedes Gregorio de Céspedes 231656858 Miró Martí Oriol Miró Martí 88101638 Detalle de Japanese Siege of Busanjin (1592), MuseoNacional de Corea. Helena Bermúdez Sabel Revisión y corrección del texto Carlos Fernández González Javier Yagüe Bosch Clásicos Hispánicos Madrid 9783959550963 9783959550468 97 2 1.0 3.1 CreativeCommons BY-NC Obra bajo licencia Creative Commons BY-NC 2021 español portugués Las cartas que Gregorio de Céspedes escribió entre 1593 y 1597 acerca de Coreaofrecen una visión en primera persona de las tierras coreanas y su gente, asícomo otros detalles interesantes de la invasión japonesa y las negociaciones depaz con el imperio chino de Wanli. Céspedes también fue testigo de excepción yvíctima a la vez de la persecución del cristianismo llevada a cabo Toyotomi Hideyoshi, y enlas cartas sobresale el trágico relato del famoso martirio deNagasaki, en el que veintiséis cristianos fueron crucificados hastala muerte y que marcaría el principio del fin de la presencia misionera enJapón. Estas cartas no conforman una obra unitaria ni Céspedes las editó nuncapara su publicación; si estas cartas forman un conjunto es porque los estudiososlas han publicado históricamente de este modo, y así las encuentra el lector enla edición que tiene entre las manos. prosa epístola didáctica normal

Gregorio de Céspedes Cartas de Corea Edición de Oriol Miró Martí

Datos biográficos

El jesuita Gregorio de Céspedes (1551-1611) fue un misionero españolque ejerció sus funciones clericales a lo largo de treinta y cuatro años en diferentes lugares de Asia, principalmente en losterritorios de los actuales Japón, Filipinas y Corea. A pesar de serconsiderado uno de los más importantes misioneros de España en Oriente, Céspedes ha sido poco conocido por el gran público, lo cual ha redundado en ciertas dificultades parareconocerlo como el primer europeo, no ya el primerespañol, en llegar a la península de Corea y en ofrecer el primer testimonio escrito de esas tierras y su gente. Céspedes dejó escritas varias cartas en las cuales relató tanto lalabor evangélica de los jesuitas españoles en Extremo Oriente como varios acontecimientos históricos de relevancia que tuvo la ocasión de vivir en primera persona, porque además de ser testigo presencialde casi todo lo que refirió en sus escritos, intervino en muchos delos acontecimientos narrados por él mismo: buena prueba de ello fuela invasión japonesa de la península de Corea a manos de Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), una de las figuras de mayor relieve e impronta en Asia en el siglo xvi, y que fue la que justamente lo llevó a poder ser testigo privilegiado de las tierras coreanas. Dehecho, la invasión de Corea abrió el camino para que las órdenes religiosas de jesuitas y dominicos se plantearan seriamente la evangelización de ese nuevo territorio. Gregorio de Céspedes nació en la población toledana de Villanueva deAlcardete en 1551. De familia conversa adinerada, gracias al cargo de juez y corregidor del padre (el toledano Fernando de Céspedes Oviedo) y al linaje tanto de este comode la madre (Juana de Simancas), estudió gramática,derecho canónico, filosofía y teología, en Salamanca primero y luego en Ávila, para finalmente ingresar en la Orden de San Ignacio deLoyola en 1571. Los jesuitas lo enviaron muy pronto a realizarlabores evangélicas en Oriente. Su primer encargo, previo paso por Mozambique y la India, lo llevó en 1574 a Goa, entonces bajo dominioportugués y uno de los centros más importantes de Oriente para losjesuitas, donde sería ordenado sacerdote. Poco después (1576)partiría para Macao, también bajo dominio portugués, que era elpuerto más cercano para el comercio con Japón, y de ahí finalmentepara Nagasaki, donde fijaría su residencia a partir de 1577. Sus labores evangélicas y su origen noble lo llevaron a convertirseen una persona muy conocida en Oriente y a establecer muy buenasrelaciones con la nobleza de Kioto, en especial con el daimioKonishi Yukinaga (1555-1600), cuyo nombre cristiano era Agustín,quien desempeñó un papel crucial en la permanencia de los jesuitasen territorio japonés inmediatamente después del edicto de expulsióndictado en 1587 por un daimio superior, Toyotomi Hideyoshi. Yukinaga mantuvo a los religiosos escondidos bajo su protección entreArima y Nagasaki (dado que el edicto de expulsión daba margen a losreligiosos para seguir residiendo y ejerciendo en zonas regidas pordaimios cristianos), y eso propició que, cuando en abril de 1592Hideyoshi ordenara la invasión de la península coreana como pasohacia una invasión mayor, la de China, dando así inicioa la conocida como la guerra o rebelión Imjin , todos ellos se embarcaran en las naves almando de Yukinaga. De hecho, la presencia de Céspedes en Corea unaño después de haber iniciado la invasión se debe a la presión quelos militares japoneses cristianizados ejercieron para tener a unlíder espiritual entre ellos durante la guerra, tal como el mismoPedro Gómez relata en su Annua de Iappao do annode 1594, lo cual casa perfectamente con el momento deaplicación no aún extremista del decreto de expulsión deHideyoshi. En su viaje hacia Corea, la expedición de guerra se detuvo en elpuerto de Waniura, en la isla de Tsushima, enclave comercial ybélico de primer orden, donde, según relata el mismo Céspedes,estuvo dieciocho días bajo la protección de María, señora deTsushima e hija de Yukinaga; incluso pasó la Navidad de 1593 allíejerciendo labores de predicación y evangelización entre lossoldados y la nobleza nipona: así, pudo bautizar a varios consejerosdel señor de Tsushima, Soo Yoshitoshi, quien sería a suvez bautizado ese mismo día asumiendo el nombre cristiano de Darío. Después de un primer intento frustrado por un tifón el 21 dediciembre, la armada japonesa llegó a la costa sur de Corea el 27 dediciembre de 1593. Céspedes se trasladó al díasiguiente a la fortaleza de Kumagawa, en la isla de Geoje, cerca dela actual Busán, que había sido construida unos añosantes (1593), y ahí residió durante un año entero desempeñando,junto al jesuita de origen nipón León Hankan (1538-1627), tareas depredicación entre los soldados cristianos del ejército japonés y convirtiendo al cristianismo tanto a soldados como aprisioneros. Durante su estancia en Kumagawa, Céspedes escuchó en confesión agrandes daimios bajo las órdenes de Yukinaga, como Omura Sumitada(Sebastián), Sumoto Hachiro (Juan Bautista), Amausa Hisatane (Juan)y Arima Harunobu (Protasio), entre otros, y visitó brevemente otrasfortalezas de ocupación, como la de Kuroda Yoshitaka. Además, pudoconocer el contenido de las negociaciones fallidas celebradas en lafortaleza de Feanjo, en la actual Pyongyang, entre el ejércitojaponés y el chino, en las que él participó en nombre del coreano.En ese sentido, el testimonio de Céspedes resulta muy interesanteporque explica las personalidades implicadas: los representanteschino-coreanos Yequequi, capitán general chino, yXequiró, quien ostentaba la categoría equivalenteal kanpaku japonés; de entre losrepresentantes japoneses destacaba Naito Yukiyaso (Juan), daimio deTamba y buen conocedor del idioma chino, así como el mismo Yukinagay algunos de sus capitanes más importantes. Sin embargo, la presencia de Céspedes en Corea no pasó desapercibidaa otros daimios rivales de Yukinaga, y así fue como Katō Kiyomasa(1562-1611), llamado Toranosuque, lo denunció ante Hideyoshi, lo quepropició de inmediato su regreso a Japón en marzo de 1595 llevando consigo tanto a los demás misioneros como a dos niñoscoreanos. Durante ese año largo que Céspedesresidió en las tierras ocupadas de Corea, escribiría varias cartas adiferentes personalidades de la orden jesuita. Dado que lasrecogemos en la presente edición, hablaremos de sus fuentes ycaracterísticas más adelante. Tras su partida de regreso a Japón, Céspedes viajaría primero aTsushima y luego a diferentes localidades, como Arima y Nakatsu.Además, un hecho que lo marcaría profundamente fue el conocido comomartirio de Nagasaki, ocurrido el 5 de febrero de 1597, en el queveintiséis cristianos fueron crucificados en el marco de lapersecución que Hideyoshi llevó a cabo contra el cristianismo entierras niponas, y del que Céspedes sería testigo directo. En 1602, Céspedes se trasladó a Kokura, donde estableció unaresidencia para jesuitas y, algunos años después, en diciembre de1611, murió a los sesenta años de edad. De sus últimos años de vidase sabe muy poco: predominan testimonios breves sobre su tareaevangelizadora en los alrededores de Kokura y solo muyocasionalmente viajaría a otras zonas de Japón. Surelevo como religioso enviado para aliviar a los soldadosdesplegados en tierras coreanas fue el jesuita riojano Francisco deLaguna, que llegó con la segunda y última ola deinvasión japonesa en 1597 y cuya permanencia en Corea solo duraríahasta la retirada del ejército nipón a la muerte de Hideyoshi enseptiembre de 1598. Cabe decir que las noticias sobre Corea, que llegaban a Occidente através de Manila, se fueron apagando a causa de la política dereclusión que inició Tokugawa Ieyasu (1543-1616), primer Shogun yunificador de Japón. Incluso las negociaciones entre España y elShogun para organizar una invasión a gran escala de la penínsulacoreana no llegaron a buen puerto, sino que a la postrevenció la reclusión nipona, que duró hasta mediados del siglo xix. La obra Las Cartas de Corea no son una obra unitaria,ni Céspedes las editó nunca para su publicación. Si estas cartasforman un conjunto es porque los estudiosos las publicaron de estemodo, desde los manuscritos contemporáneos de Luís Fróis hasta laque el lector tiene en sus manos (y que estrena este título). Esteepistolario tuvo diferentes destinatarios, corrió diferente fortunalingüística y mucho se perdió: de hecho, el único vínculo que tienenen común las cartas, ya las conozcamos a través de su transcripción,traducción o resumen, es que fueron escritas por la misma personacon la intención de comunicar las novedades de unas tierras que nohabían sido previamente pisadas por ningún occidental. Este carácterde descubrimiento, o esta conciencia de novedad, no la tuvo nuncaCéspedes, dado que se encontraba en unas coordenadas sociopolíticaspropias del colonialismo, por un lado portugués, y por otro japonés,y por esta razón Céspedes asumía su movilidad de predicador enOriente con total naturalidad. De naturaleza muy diferente han sido las ediciones que han recogido ytranscrito dichos testimonios. Así, se hizo una edición parcial solode las cartas en portugués (cartas i, ii y iii), aprovechando latraducción de la época, que fue publicada en los cinco volúmenes dela colección Biblioteca de Japam de LuísFróis (1976), compilada entre los años 1578 y 1593. Porsu parte, dos cartas fueron recuperadas por Cory (1937) y otras dospor Park (1986), quien publicó su conjunto seguido de un estudio queestá hoy considerado, a pesar de los muchos inconvenientes quepresenta, de referencia. Dicho epistolario ha sido publicadoposteriormente por Montero Díaz (2015, 101-107), quien ofrece unatraducción y versión propia de las cartas. Todas estas edicionesrecogen testimonios muy diferentes, siempre según lasconsideraciones del editor: así, Montero Díaz (2015) solo recogecuatro cartas (las correspondientes aquí a las que llevan losnúmeros i, ii, iii y iv), mientras que Park (1986) recoge todas lasque recogemos nosotros y añade otras (como la de 1589 destinada alcardenal Acquaviva) que, sin embargo, nosotros hemos desestimado porno estar conectadas con la labor de Céspedes en Corea. Los autógrafos conservados en el ARSI (Archivum Romanum SocietatisIesu, en Roma) corresponden al resumen de la carta iv (Annua de Iappao del P. Francisco Pasio, de 20de octubre de 1594; contiene en ff. 94v-96v la transcripción de lacarta de Céspedes redactada en el verano de 1594 desde Comugai,Corea, y dirigida al padre viceprovincial Pedro Gómez en Japón), ala carta v (de Arima, a 26 de febrero de 1597, dirigida al padreDiego López de Mesa de la Compañía de Jesús en México)y al resumen parcial de la carta vi, escrito en español por el padreGómez (de Nagasaki, a 22 de marzo de 1594). En cuanto a las cartas i y ii y el resumen de carta iii, únicamentese han conservado copias portuguesas que se custodian en laBiblioteca de Ajuda, en Lisboa. Los originales se han perdido y tansolo se conserva la traducción de Fróis, ubicada en el manuscrito Apparatos para a historia ecclesiastica doBispado de Japam. Es muy probable que Céspedes escribieraotras cartas, tanto desde Corea como ya desde Japón a su regreso,pero no nos han llegado: ya advertía esta pérdida irremediable haceaños De Laurentis (2008, 51). Tras las investigaciones realizadas enlos archivos custodios, no podemos sino esperar a que investigadorescon más suerte logren en algún momento dar con esos autógrafosperdidos, si es que todavía existen. Esta obra ha sido posible gracias a la financiación ofrecida por laUniversidad Internacional de La Rioja (UNIR), dentro del plan dedesarrollo del profesorado y sistema de reconocimiento académicopara el año 2018-2019, para una estancia de investigación en elArchivo Romano de la Compañía de Jesús (ARSI), en Roma, durante losmeses de septiembre a noviembre de 2019. Fuentes primarias Carta I: AJUDA, Lisboa: Ms. 49-IV-57, f. 278v, lín. 20-280r. Carta II: AJUDA, Lisboa: Ms. 49-IV-57, f. 280v-282r, lín.1. Carta III: AJUDA, Lisboa: Ms. 49-IV-57, f. 291r, lín. 28-291v,lín. 16. Carta IV: ARSI, Roma: JAP. SIN. 31, f. 94v, lín. 7-96v, lín.18. Carta V: ARSI, Roma: JAP. SIN. 13I, f. 53r-54v. Carta VI: ARSI, Roma: JAP. SIN. 12I, f. 182r, lín. 7-21. Bibliografía crítica Charlevoix, Pierre-François-Xavier de, Histoiredu Christianisme au Japon. Où l’on voit les différentesrévolutions qui ont agité cette monarchie pendant plus d’unsiècle, París: La Librairie Ecclésiastique de Rusand,1828. Cory, Ralph M., “Some notes on Father Gregorio de Céspedes,Korea's first European visitor”, en Transactionsof the Korea Branch of the Royal Asiatic Society, 37(1937), págs. 1-55. De Laurentis, Ernesto de, Evangelización yprestigio. Primeros encuentros entre España y Corea,Madrid: Verbum, 2008. De Sousa, Lúcio, The Portuguese slave trade inearly modern Japan: merchants, Jesuits and Japanese, Chinese,and Korean slaves, Leiden: Brill, 2019. Fróis, Luís, Apparatos para a historiaecclesiastica do Bispado de Japam, Manuscrito, Lisboa,Biblioteca de Ajuda, Códice 49-IV-57. Fróis, Luís, Historia de Japam: Lisboa,Biblioteca Nacional de Lisboa, 1976. Griffis, William Elliot, Corea, the HermitNation, Cambridge: Cambridge University Press, 1882. 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Nuestra edición Esta edición recoge los textos originales de Céspedes en castellano, asícomo una traducción, hecha por este editor a partir del portugués, delas cartas cuyos originales en castellano se han perdido. Asimismo seincluyen las traducciones contemporáneas de Luís Fróis, que han sidotranscritas fielmente del original, aunque con abreviaturasdesarrolladas. En cuanto a los textos originales, regularizo algunos nombres propios depersona y geográficos que presentan una variabilidad justificada por lainestabilidad ortográfica de la época: Quambaco en sustitución de Combaco, Quampec y Quampac; Quambacodono ensustitución de Quambacondono, Cuambacundono, Cabacundono y Cabacudono; Tsushima en sustitución de Cuxima, Zuxima y Zeujima;Meaco en sustitución de Miyaco, Miaco y Meako; Comugai en sustitución de Comungai y Comanga; Simeón en sustitución de Simion; Quambioyedono en sustitución de Quabioyedono. En las cartas traducidas del portugués,restituyo la grafía Agustín, que había sidotrasladada a Agostino o Agostinho en esa lengua. Modernizo la ortografía en lo que respecta al uso de b/v, c/q, h, j, s, u/v y z, pero mantengo lasvacilaciones del timbre vocálico (mesmos / mismo,acodir / acudir) y los gruposconsonánticos cultos (fructo, padescer,baptizar). Para evitar dificultades de comprensión, resuelvoabreviaturas y añado puntuación (criterio sintáctico), acentuación(tildes según las normas actuales, pero referidas a la pronunciaciónantigua) y mayúsculas (criterio moderno). Los textos, además, sepresentan con separación actual de palabras y con división de párrafosfacticia. No así por la crítica especializada, que le ha dedicado variose interesantes estudios, incluso algunos en fechas muy recientes, locual demuestra el interés que sigue generando Céspedes en lahistoriografía y la filología más actuales: véase Guzmán (1891),Charlevoix (1828), Griffis (1882), Gory (1937), Park (1986), Ruiz deMedina (1986), De Laurentis (2008, quien además recoge ciertostestimonios que no hemos podido consultar de primera mano), ReyesManzano (2014), Míguez Santa Cruz (2015) y Montero Díaz (2015 y2019). De Laurentis (2008, 23-25) hace un interesantísimo recorridohistórico por los descubridores de la penínsulade Corea anteriores a Céspedes, lo cual le lleva a retrotraerse no soloa Marco Polo en el siglo xiii, sino incluso antes a aventureros árabesdel siglo ix y a los testimonios que estos ofrecieron en su día de lapenínsula, por entonces regida por la dinastía china Tang. Las primeras noticias sobre Corea por parte de españoles, aunbrevísimas e indirectas, provienen de la estancia en Malaca de losjesuitas Francisco de Xavier, Cosme de Torres y Juan Fernández endiciembre de 1547, luego en la isla de Hirado en 1550, y se limitan areferir el comercio de pieles, plata y algodón entre Japón y Corea (Ruizde Medina, 1986, 16). De poco después (1566) es el intento infructuosode llegar a Corea por parte del superior de los jesuitas en Japón, quienencomendó al portugués Gaspar Vilela un viaje que las guerras civilesniponas truncaron. Existen asimismo crónicas que refieren el posterior(1582) naufragio de un anónimo español en tierras coreanas (DeLaurentis, 2008, 27-28 y 44-45). De Laurentis, 2008, 17. La nota sobre su fallecimiento incluida en el Annua de Iappao do anno de 1611 (ARSI, Jap Sin 31 i, ff. 53-54y que recogemos en esta edición como Carta V indica que Céspedes eramadrileño. Sin embargo, estudios más recientes (Park, 1986) hanidentificado el lugar exacto de su nacimiento, que corresponde a lapoblación citada. Para un análisis del origen judeoconverso de Céspedes, véaseMontero Díaz (2019). Para una relación más detallada sobre los padres y hermanos deCéspedes, así como una indagación sobre el verdadero nombre de la madre,véase Montero Díaz (2019, 396-397). Míguez Santa Cruz (2015, 185-189) y Montero Díaz (2015,88-90). Imjin, que significa “dragón de agua”, es como se conoce enCorea al año cristiano de 1592. Tal como refieren Pratt, Rutt, y Hoare(1999, 203), así como Hawley (2003, 35-36), la historiografía coreanarecogería tanto el término guerra como el de rebelión al considerar que los japoneses, conquienes comerciaban desde hacía décadas, habían decidido traicionarlostomando las armas. Independientemente del término usado, la invasión deHideyoshi sería conocida en Corea bajo el nombre de Imjin Oaeran por el año de inicio (VV. AA., 2010) y Céspedesusaría siempre el término guerra de Corea parareferirse a la invasión (así aparece en las carta i, iv y v). Céspedes usa la fórmula Cuximadono, quees el calco fonético de Tsushima Dono, es decir, “el señor de Tushima”. Céspedes se refiere a élcomo Darío Cuximadono, cuyo nombre real era Soo Yoshitoshi(1568-1616). Varias fuentes refieren que dicha llegada sucedió no endiciembre de 1593, sino en enero de 1594: así se encuentra en la fuenteprincipal, el Appendix al Annuade Iappao do anno de 1592 recogido en Park (1986, 196), los Apparatos para a Historia Ecclesiastica do Bispado deJappão (1583-1593) de Fróis y la Historia delas misiones de Guzmán (1891); pero discutido en Cory (1937,1-55), De Laurentis (2008, 30) y De Sousa (2019, 100). Concretamente la hoy llamada en coreano Ungcheon está en elnorte de la isla de Geoje, al oeste de Busán. Así lo relata él mismo en la Carta V (ARSI, Jap Sin, 13 I, f.53). Así lo explica en carta de 20 de octubre de 1594 el jesuitaitaliano Francesco Passio (De Sousa, 2019, 101). Shen Weijing沈惟敬 (?-1597) fue un capitán del ejército delemperador Wanli enviado a negociar con los japoneses. Su incapacidad,así como ciertas argucias infructuosas que intentó con los de Hideyoshi(tal como recoge el mismo Céspedes), hicieron que cayera endesgracia. Shi Xing石星 (?-1599) fue un alto funcionario enviado por elemperador Wanli para negociar con el ejército invasor, que ostentaba elcargo equivalente al kanpaku en Japón o valido en España. Su incapacidad para llegar a unacuerdo (lo que se deja ver especialmente en la carta iii) propició unasegunda invasión de las tropas de Hideyoshi en 1597, por lo que Xequirósería condenado a muerte poco después. Kanpaku es el equivalente del español valido, el consejero imperial que hacía efectivaslas órdenes del emperador. En este caso, se trataba de Xequiró (ShiXing石星), un general de alto rango cercano al emperador Wanli. Ruiz de Medina (1986, 75) y De Laurentis (2008, 50). Datos muy reveladores recoge De Sousa (2019, 102-113) alhablar del nuevo mercado de esclavos coreanos creado en Japón a raíz delas invasiones y de la demanda creciente, en especial de las jóvenescoreanas que llegaban al puerto de Nagasaki, eje de la nueva trata deesclavos, donde eran vendidas tanto a particulares como a empresarios deburdeles. El impacto económico que supuso la esclavitud en Japón hizoque muchas ciudades tuvieran que construir nuevos barrios e incluso secrearan nuevas poblaciones como la de Korai-machi. Además, el imperioportugués obtuvo pingües beneficios de dicha trata, supliendo con ellasu amplia red de prostíbulos que se extendía por diferentes puertos deChina. En lo relativo a los dos niños coreanos que Céspedes se llevóconsigo, uno fue adoptado por la señora de Tsushima y el otro con eltiempo se ordenó sacerdote (De Laurentis, 2008, 53). Park (1986, 37-38). Las circunstancias de su muerte las recogela Annua de Iappao do anno de 1611 (ARSI, Jap Sin14 II, ff. 219-222v). Cory (1937, 22) añade que, en cumplimiento deledicto de expulsión de 1614, que agravaba el anterior de 1587, la tumbafue trasladada a un lugar ahora desconocido, perdiéndose definitivamentesu rastro. De Laurentis (2008, 52-54) le dedica un capítulo extenso y muyinteresante a este segundo español en Corea. De Laurentis (2008, 41-44). Luís Fróis (1532-1597) fue un misioneroportugués que desarrolló su carrera en el Japón feudal, llegando aser una persona muy cercana al shogun Ashikaga Yoshiteru y al daimio Oda Nobunaga. Fróis desempeñó elcargo de redactor de las cartas anuas de Japón, y en esascircunstancias hay que contextualizar su obra más famosa, Historia de Japão, en la que quiso informar de todo lo relacionado con la actividad de los misioneros en el archipiélago,aunque su faceta de historiador lo llevó también a recoger hechos deinterés en el campo político y cultural, como el auge y caída de Nobunaga. Las cartas de Céspedes, que él tradujo, se encuentran enlos Apparatos para HistoriaEcclesiastica do Bispado de Japam, queforman parte de su Historia deJapão y en concreto narran acontecimientos entre 1588 y 1593. La carta v, que es la que más se ha citado y publicado porcontener buena información sobre los martirios de los jesuitas en Japón,fue impresa por primera vez en la obra del padre Francisco Colín Labor evangélica, ministerios apostólicos de losobreros de la Compañía de Jesús: fundacion, y progressos de suProvincia en las islas Filipinas. Parte primera sacada de losmanuscriptos del Padre Pedro Chirino (Madrid: Joseph Fernández de Buendia, 1663, p. 358-361). [Carta I] Carta del padre Gregorio de Céspedes desde Corea. Desde la isla de Tsushima escribí dos cartas, por las cuales se tendráinformación de lo sucedido en nuestro viaje a la dicha Tsushima, y del fruto y primicias que con la gracia de Dios tuvimos, bautizando a unosveinte hombres principales, y entre ellos los cuatro consejeros deTsushima. Nos detuvimos en el puerto de aquella isla dieciocho días, en los cuales nos alcanzó la fiesta de Navidad, la cual celebramos en un puertollamado Vannoura metidos en una pobre casa de paja, mas allínos proveyó el Señor de socorro, porque el gobernador de esos puertos dealrededor, que ahí estaba, con cartas que le escribió María, señora deTsushima, hija de Agustín, nos vino a visitar, acudiendo conunos presentes, mostrando querer oír las cosas de Dios, como así hizo, yrogándole hiciera buen entendimiento, yo la bauticé con otro hombre honrado esa misma noche de Navidad; y para que pudiéramos armar condecencia un altar en la casa donde estábamos, mandó traer muchas tablaslimpias con las que cubrimos las paredes y ornamos aquel lugar lo mejorque pudimos, con gran consolación de más de cien cristianos que ahí sejuntaron, y esa noche la pasé toda escuchando confesiones. Dejé tambiénbautizado a nuestro casero, un viejo de setenta años, pescador, bueno y simple, que con mucha diligencia me pidió lo quisiera salvar pues, comodecimos, no hay otro camino de salvación salvo nuestra santa ley. Cuatro días antes de Navidad tuvimos que partir de ese puerto hacia Corea en compañía de más de sesenta embarcaciones, y antes del amanecer segiró un viento de tal manera que nos fue forzoso llegar, siendo la nochemuy oscura, sin saber dónde habíamos ido a parar; las olas eran tan grandes que no podíamos ni remar, y así a vela íbamos para donde elviento nos llevaba, yendo por unos arrecifes que podían darnos en algúnbajo, por haber muchos alrededor de esa isla; fue nuestro Señor servido que al amanecer tornamos a tomar el puerto de donde partimos, junto anosotros dos o tres embarcaciones; otras quince o veinte tomaron otrospuertos de la isla, otras dieron la vuelta hacia Japón, otras se estuvieron a la deriva tres o cuatro días con gran peligro y finalmentefueron a tomar la tierra de Corea. Sobre las que se perdieron nadasabemos. Finalmente el día de San Juan Evangelista partimos la segunda vez, y conayuda de Dios en breve llegamos a tomar tierra en Corea; no pudimosllegar a Comugai, donde íbamos, sino diez o doce leguas atrás, y al díasiguiente a remo nos fuimos llegando al pie de la fortaleza de Comugai; logré desembarcar con mi hermano japonés, al cual envié aver a Vicente Feiyemon, para que nos dijera qué debíamoshacer. Vicente mandó luego un caballo a la playa diciendo que subiese ala fortaleza donde él estaba; y vino ahí donde estaba su cuñado,Sacoyemon, que sabiendo de nuestra llegada fue elprimero que me vino a ver a la embarcación, y con él desembarqué, yllevándome a su casa, me invitó a comer con mucho amor; y ahí vino eldicho Vicente con un hermano de Agustín, los cuales vinieron en mi busca; y así me fui conellos a la fortaleza donde estoy alojado ante el señor Agustín, que harátres días que está fuera de aquí seis o siete leguas de camino, y comovolverá el hermano a visitarlo, y sabremos de su voluntad acerca denosotros, y con la gracia de Dios luego comenzaremos a confesar estoscristianos, de los cuales muchos me vinieron a visitar, y el primero fueSebastián, hijo de don Bartolomeo de Vomura, de parte de suhermano don Sancho, y luego tras él vino el mismo don Sanchoen persona; Sumotodono, y don Juan de Amacusa hicieron lomismo, don Protasio Arimadono, al llegar nosotros, me mandóun recado de su hermano don Sancho, que en su lugar me viniese avisitar, mandándome un presente de comida. Hasta ahora no he visto anadie, ni me envió fuera el hermano, por guardar recogimiento en cuantoAgustín estaba ausente. Lo que pasa en la guerra de Corea es que no han acabado de concluirse laspaces; porque Yequequi, gran capitán chino, que comenzó a tratar deellas, parece que ofreció más de lo que en China querían; y así otrocapitán más principal, que dicen que en China tiene la misma dignidadque Quambaco en Japón, llamado Xequiró, está ahora en lafortaleza de Feanjo, donde lleva retenido Juan Naitodonomucho tiempo, y ahora hacepoco que le han enviado a Pequín como rehén de Japón, porque es muynoble e hijo del rey de Tamba: este Xequiró hacía quince días que envióaquí un capitán principal con un recado para Agustín, diciendo que estaspaces entre los japoneses y los chinos, como eran de tanta importancia,no parecía conveniente que se concluyeran por otra vía de otro capitán inferior, sino que él, que tenía la misma dignidad que Quambaco enJapón, quería tomar sobre sí y se ofrecía a concluirlas, y para talefecto tornar a enviar aquí a Yequequi con un recado, que se espera dentro de tres o cuatro días, y que en lugar de Juan Naitodono, que fuea Pequín, puedan tener a este capitán que envió antes de que torne conlas decisiones de China el dicho Juan Naitodono; el cual ha escrito y da cierta esperanza a que se concluyan bien las paces a voluntad de Japón,y también como los chinos le hicieron muchas honras y agasajos, y juntamente envió una carta de Quichibioye Ambrosio criado de Agustín, elcual escribió desde Pequín a Juan Naitodono, porque supo que estaba enFeanjo, y dijo que lo habían tratado muy bien y con mucha honra y esperala conclusión de las paces. Toranosuque, el enemigo capital de Agustín, está a unas quince leguas de aquí hacia el norte y ha hecho algunas salidas contralos coreanos, entre las cuales una de ellas fue ir a dar en un lugardonde dicen que había mil monasterios de bonzos, y dicen que allí había mucha riqueza y gran abundancia de comida, y dando sobre ellos de repente, lo asoló todo, quemó y derribó, por lo cual en aquella parte, para contener el ímpetu de los japoneses, dicen que bajarán más de cien mil chinos. El capitán de estos chinos se comunica también con Agustín yse ofrece a ir a Japón como rehén si Quambacodono hace volver a todos los japoneses que están en Corea a Japón. Esta fortaleza de Comugai es inexpugnable y en ella está hecha una obra espantosa para tan poco tiempo, con grandes muros, torres y baluartes muy formados; y al pie de ella están asentados todos los hidalgos y soldados de Agustín, y sus vasallos y aliados, todos en casas muy bien acabadas y espaciosas, y las dos más principales rodeadas de paredes de piedra. Una legua alrededor de aquí hay diversas fortalezas, en una de las cuales está Tonomedono Pedro, hermano de Agustín; en otra está Cuximadono Darío, yerno de Agustín, quien está casado con su hija María (de quien antes he hablado); en otra los principales señores de los cuatro reinos de Japón, que se llaman Xicocu; en otra los de Saccuma, los cuales están ahora como súbditos de Agustín; también está aquí el hijo del rey de Bungo, desterrado de su reino, y Quambioyedono está con su hijo en otra parte. Carta I, Ms. 49-IV-57, f. 278v. ©Biblioteca de Ajuda Carta I, Ms. 49-IV-57, f. 279r. ©Biblioteca de Ajuda Carta I, Ms. 49-IV-57, f. 279v. ©Biblioteca de Ajuda Carta I, Ms. 49-IV-57, f. 280r. ©Biblioteca de Ajuda [Carta II] Segunda carta del mismo padre Gregorio de Céspedes. Cuando escribí la carta pasada, Agustín aún no había vuelto de fuera, por lo que no me había visto con él: al otro día volvió y, sabiendo de mi llegada, luego me mandó un recado dándome saludos, y porque era muy tarde no vino luego a visitarme. Vino al día siguiente y nos vimos en la fortaleza; le entregué las cartas, y leyéndolas hablamos despacio, mostrando contento de mi llegada a Corea, y decidió que, por cuanto concurren aquí muchas gentes de Japón que lo vienen a visitar de muchas fortalezas, que no conviene estar con ellos abajo donde todos sus aliados tienen sus casas y sus aposentos, sino que me aposentase en loalto de la fortaleza con Vicente Feiyemondono y que ahí viniesen los cristianos a visitarme y a confesarse. Y así estoy hospedado con el dicho Vicente en lo más alto de lafortaleza, que no es pequeño mérito para los cristianos que la han desubir por ser su ladera muy alta y escabrosa; debido a lo cual, cuando me es necesario descender de noche para alguna confesión, voy con mucho trabajo, y la subida la hago a caballo, descansando muchas veces en elcamino. Los cristianos acuden a confesarse poco a poco y bien tenemos que hacer de aquí a Pascua: gran consolación sería para mí tener otro padre por compañero; mas tendré por ahora paciencia, pues no parece posible; y conla gracia de Dios tendremos más antes de que todos se confesaren. Agustín algunas veces me ha venido a visitar, y don Protasio, don Sancho de Vomura y don Juan de Amacusa con los más principales. De los donos, el primero que acudió a confesarse fue don Sancho de Vomura con su hermano, los cuales siendo mancebos son ejemplo de vida para todo este ejército, y no hay quien no diga mil alabanzas de ellos, y con razón, y con tal ejemplo los que con mayor diligencia acudieron a confesarse, fueron todos sus soldados. Otros muchos donos también se han confesado ya y así espero en el Señor que de la misma manera se dispondrán todos los demás. En esta fortaleza de Comugai están aposentados con Agustín todos sus aliados y sujetos: Arima, Omura, Goto, Firando, Amacusa, Sumoto, etc. Todos tienen sus casas a lo largo del mar: yen la cima de la fortaleza están por vigías Yoxichidono, hermano de Agustín, y Vicente Feiyemondono. Después de llegar aquí, al otro día me mandó Darío Cuximadono, yerno de Agustín, un recado, y de allí a dos o tres días vino él mismo en persona a visitarme y así comenzamos a comunicarnos. Traía al cuello unas hermosas cuentas de caballo de marque le había mandado su mujer María, y un mancebo muy gentil hombre y de buen saber y buena naturaleza. Luego aquella noche me pidió con mucha instancia que quisiese mandar al hermano a su fortaleza para predicar a muchos de sus criados que deseaban escuchar predicación: lo mandé al día siguiente; y después de haberles predicado tres días, vino el mismo Cuximadono desde su fortaleza en una embarcación ligera en mi busca para que fuese a bautizarlos, entre los cuales estaba un sobrino suyo. Me embarqué con él y aquella noche bauticé al sobrino con treinta hidalgos, y al día siguiente bauticé a diez más; era para ver la alegría que todos mostraban y el fervor con que comenzaron a traducir las oraciones y aprenderlas: me pidieron luego alguna insignia de Cristo y así les di a cada uno un rosario de cuentas que mucho les consoló. Los dos o tres días que allí me detuve, fue extraordinario el agasajo y amor que me mostró Darío, convidándome con gran aparato, trayendo él mismo las mesas en que yo había de comer, sentándose siempre por debajode mí, dándome siempre el primer lugar, y sobre todo me asombró ver las hermosas casas que tenía, que bien no parecían de prestado, sino como si toda su vida hubiesen de estar habitando en ellas, con mucho aparato decosas de guerra, biombos dorados, que ni a su suegro Agustín le llegaban: él es el que más gente tiene de guerra de todos. Cuando me volví, me quisieron acompañar; pero por ninguna vía lo consentí: y así mandó conmigo hasta aquí en su lugar a su sobrino conotro principal. Con estas predicaciones, que tuvieron los suyos, él también hizo nuevo entendimiento, y pidió que dejase allí al hermano para predicarle la confesión, porque de todas las maneras se quería confesar, y así metiene prometido que lo hará. Desea mucho tener padres en su reino, y me dice que como se volviese el ejército de Japón, sin estorbo pueden estarlos padres seguros en su reino; los cuales no se excusaron porque, comoestán bautizados ya sesenta de las más principales personas, no hay dificultad en hacer todo aquel reino cristiano: y así los ya hechos están con fervor y deseo de hacer bautizar a sus mujeres, hijos yfamilias, por lo que es necesario hacer desde ahora aparejo de proveercon gente aquel reino de Tsushima, pues con ayuda del Señor todo él se ha de hacer cristiano. Agustín se holgó mucho con este fruto. El hermanotodavía no ha llegado, porque además de predicar la confesión a Darío,están teniendo las predicaciones del catequismo otros criados honrados, los cuales se han de venir aquí a bautizar. Los fríos de esta Corea son muy grandes y sin comparación mayores que losde Japón: yo ando todo el día medio entumecido, y por las mañanas apenaspuedo menear las manos para decir misa; mas tengo entera salud, gracias al Señor, y con el fruto que nuestro Señor va haciendo estoy alegre, ydoy todo el trabajo y frío por bien empleado. Las necesidades de estos cristianos son muy grandes; porque padecen hambre, frío, dolencias y otras incomodidades muy diferentes de lo que allí se piensa, porque aunque Quambacodono manda víveres, es tan moderado lo que aquí llega que no es posible poderse sustentar con ellos; y de Japón le acuden los suyos muy mal y tarde, y ahora ni en dos meses acaban de llegar aquí las embarcaciones, y otras se pierden. Las paces no se acaban de entender y los que las van ahacer no acaban de llegar; muchos sospechan que son todo engaños y dilaciones para entretener a los japoneses hasta verano y que puedan venir los navíos de la armada de China y juntamente ejércitos portierra. Carta II, Ms. 49-IV-57, f. 280v. ©Biblioteca de Ajuda Carta II, Ms. 49-IV-57, f. 281r. ©Biblioteca de Ajuda Carta II, Ms. 49-IV-57, f. 281v. ©Biblioteca de Ajuda Carta II, Ms. 49-IV-57, f. 282r. ©Biblioteca de Ajuda [Resumen de la carta III] […] No obstante, por carta del padre Gregorio de Céspedes, que está enComugai con Agustín, fechada a 7 de febrero del 94, dice que los chinos han mandado a Agustín un hombre principal como rehén en lugar de JuanNaitodono, que allá está, y que hacía pocos días había llegado allá pororden de Yuquequi junto con algunos criados de Naitodono Juan con sus cartas, y un chino que estaba en Arima, cristiano, que fue allí comointérprete; y dice Yuquequi que el rey de China pide cartas en que Quambacodono confirme todo lo que Yuquequi aquí trató en Pequín acerca de estas paces; porque como hasta ahora ni él ni Naitodono trajeroncartas ni patente de Quambaco, no le daban crédito, y por esta misma causa no ha llegado Naitodono a Pequín, ciudad donde lo tienen detenido y que está a siete jornadas de los confines de Corea por el interior delreino de China. Dice más Yuquequi: que el rey de China quiere la paz conlos japoneses, pero por cuanto Quambacodono no tiene dignidad de rey, pues esta la tiene el Dairi, que es el verdadero rey de Japón, para que pueda el rey de China mandar a sus embajadores ycomunicarse con él, dado que el mismo rey de China posee la dignidad real del Dairi de Japón, hará rey de Japón a Quambacodono mandándole de Pequín una corona y un vestido real, y de esta manera secomunicará con él, mandándole cada tres años un embajador, con la condición que Quambacodono mande de la misma manera un embajador aChina, y también le conceda el comercio. Pero de la mayor parte de lascondiciones que Quambaco pedía no escribe el padre cosa alguna. Carta III, Ms. 49-IV-57, f. 291r. ©Biblioteca deAjuda Carta III, Ms. 49-IV-57, f. 291v. ©Biblioteca de Ajuda [Resumen de la carta IV] [Verano de 1594 desde Comugai, Corea, al padre viceprovincial Pedro Gómez en Japón] El padre que el año pasado fue al Corai para confesar y ayudar a loscristianos que allá están por ocasión de la guerra reside agora con unhermano en la fortaleza de Tçunocami Agostino, llamada Comugai, que es la entrada del Corai, y porque como el año pasado se escribió, estánjuntos en el mismo lugar Arimadono, Vomuradono, Amaqusadono con toda sugente y también los cristianos de Firando. Hase hecho en todos ellosgrande fructo y servicio de nuestro Señor, y no solamente ayudados loscristianos que en esta fortaleza había, mas también participaron otrosmuchos que en diversas fortalezas están, porque sabiéndose que el padreestaba en Comugai fueron acodiendo los cristianos de diversas partes aconfesarse, y algunos gentiles, oyendo los sermones del catecismo,también se baptizaron. Supo Quambioyedono Simeón, y Cainocami suhijo, los cuales tienen a su cuenta una de las principales fronteras del Corai, cómo el padre estaba en la dicha fortaleza de Comugai y luego enviaron un criado suyo con una embarcaciónpidiéndole con mucha instancia que fuese a su fortaleza; fueron el padrey el hermano y detuviéronse con ellos quince días, con los cuales Quambioyedono en una casa, y su hijo en otra, quisieron oír cada día unay dos veces sermón del catecismo, estando a ellos presentes todos suscapitanes y criados principales, de los cuales algunos eran cristianos yotros gentiles, ayudáronse todos grandemente confesándose Quambioyedonoy su hijo, y algunos otros cristianos que ahí estaban, baptizáronsetodos los capitanes y criados principales que aún eran gentiles, de modo que agora todas las cabezas de su tierra y familia son cristianos, y sino fuera por el respeto y miedo que tienen a Quambacodono por el cualpareció conveniente estar el padre encubierto y no se descobrir suestado sino a personas de confianza, de esta vez se pudiera baptizarmucha parte de su gente. Según era grande la disposición y deseos que todos mostraban tener, quedaQuambioyedono de esta vez con tanto gusto de las cosas de Dios y contanto deseo de su salvación que determinó de se recoger cada día a ciertotiempo para se encomendar a Dios, rezar y leer algunos librosespirituales, lo cual guarda tan exactamente que ha mandado a suscriados que en los tiempos de oración ninguno le estorbe y si alguna vezle van con algún recado de fuera les reprehenda, diciendo por qué le vancon recados sabiendo que aquel es el tiempo que él tiene determinadopara sí. Pasadas algunas semanas tornó a llamar al hermano al cual tuvoalgunos días consigo oyendo sus sermones y preguntándole algunas dudasacerca de su conciencia tan particular y menudamente, que es cosa paradar gracias a Nuestro Señor. Un tono grande llamado Chicuxidono, que está en el Corai enuna fortaleza entre Agostino Tçunocami y Quambioyedono, deseando casar[a] su hijo heredero con la hija mayor de Arimadono y sabiendo que estono podía ser sin se hacer su hijo cristiano, envió y pidió mucho al dichopadre para que diese licencia al hermano para poder ir a catequizar [a] suhijo y baptizarle, y porque esto entonces no se podía efectuar por estarel hermano de camino para la fortaleza de Quambioyedono, aconteció uncaso particular, que yendo el hermano por mar con buen viento a lafortaleza de Quambioyedono, llegando cerca de la fortaleza del dichotono, de repente se mudó el viento de tal manera que le fue forzado alhermano entrarse deprisa en el puerto y fortaleza de Chicuxidono, elcual sabiéndolo le recibió con mucha honra, pidiéndole instantáneamenteque predicase a su hijo viendo el hermano que casi milagrosamente, fuerade lo que él pensaba, le había nuestro Señor traído a aquel lugar.Pareciéndole que esta sería su divina voluntad, se detuvo allí ycatequizó a su hijo heredero y [a] otros criados suyos principales.Acabado el catecismo prosiguió el hermano su camino yel mancebo envió recado al padre diciendo que ya estaba catequizado yque iría allá a recibir el Santo Bautismo, y teniendo el padredeterminado el día, aunque aconteció llover mucho, emperopor no quebrantar su palabra sin tener cuenta con la lluvia, fue aComugai a recibir el Santo Bautismo. Él y algunos de sus criados, queoyeron los sermones del hermano, haciendo buen entendimiento quisieronhacerse cristianos, llegando muy de noche todos ensopados en agua, conmucha admiración y edificación de los cristianos de Comugai hiciéronsecristianos con mucha consolidación del padre y suya y volvieron para sufortaleza muy contentos. El padre de este mancebo está determinado de sehacer cristiano entornado a Japón. Y dice que quiere tener un padre ensus tierras, y que haya en ella mucha cristiandad, es hombre muyconocido en Japón, de grande saber, y partes naturales y que en otrotiempo fue tono muy grande, rico y poderoso. Estas son las misiones que este año se hicieron y aunque no nos faltaba deseo de hacer otras muchas, ni faltan señores que desean vernos libremente por sus tierras, todavía como Quambacodono ha dicho muchas veces que nos dejará estar en Japón con condición que no hagamos cristianos, y que si supiere que los hacemos se ha de indignar grandemente contra nos, y juntamente sabemos por experiencia que por ser grandemente soberbio siente sumamente el no ser obedecido. Por esto ni los señores se atreven a darnos licencia para que no vayamos a sus tierras a hacer libremente cristianos, ni nosotros osamos a desmandarnos con celo y fervores indiscretos porque esto no sea causa de perderse el grande fructo, que de esta manera que agora estamos se va cogiendo, y queriendo como dicen abarcar mucho lo perdamos todo tornándose otra vez a indignar Quambacodono, persiguiendo por nuestra indiscrición o celo desordenado más fuertemente los cristianos de lo que hasta agora ha hecho, estorbándonos totalmente la cultivación de ellas, y así por estar las cosas de esta manera aunque el fructo de la cultivación de los cristianos fue muy copioso y extraordinario no por eso dejó de se hacer alguna aunque poca conversión. De nuevo no pasando el número de los baptizados de este año de cinco mil son muy pocos en comparación de los muchos millares que sin falta se hubieran baptizado si esta persecución y edictos de Quambaco no nos tuviera impididos.