Normas canónicas
Normas canónicas. Apariciones. Personajes. Bibliografía.
El decreto de Urbano VIII, titulado Sanctissimus Dominus Noster y publicado el 13 de marzo de 1625, se refeire al culto y la devoción a los santos, aludiendo a las narraciones sobre los milagros y revelaciones atribuidos a los santos:
El documento busca evitar abusos en la devoción a los santos y en la difusión de escritos sobre los mismos. De modo explícito, pide que antes de publicar textos sobre personas con fama de santidad o de martirio, es necesaria la aprobación del ordinario del lugar (del obispo). En otras palabras, el decreto del Papa pone claras restricciones a la divulgación de escritos en los que se recojan hechos, milagros o revelaciones (la palabra aparece explícitamente) sobre santos y personas ejemplares.
Este documento se complementa con el Catecismo, números 66-67 y con la exhortación de Benedicto XVI Verbum Domini, nº 14.
Catecismo de la Iglesia católica. PRIMERA PARTE: LA PROFESIÓN DE LA FE / PRIMERA SECCIÓN: «CREO»-«CREEMOS» / CAPÍTULO SEGUNDO: DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE / ARTÍCULO 1 LA REVELACIÓN DE DIOS/ III Cristo Jesús, «mediador y plenitud de toda la Revelación» (DV 2) / No habrá otra revelación:
66 "La economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.
67 A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.
La fe cristiana no puede aceptar "revelaciones" que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes "revelaciones".