Publicada con anterioridad al polémico "El código Da Vinci", la ficción "Ángeles y demonios", de Dan Brown, también utiliza a la Iglesia católica como el ingrediente más importante de su argumento. El protagonista es el mismo, Robert Langdon, profesor de iconología y simbología religiosa en la Universidad de Harvard, quien se ve envuelto en una complicada trama que lo conduce a la ciudad de Roma y al mismo Vaticano, en el momento en que se ha convocado un cónclave para elegir un nuevo Papa. Vuelve a aparecer el atractivo morboso por las sociedades secretas ya desaparecidas, en este caso los "Illuminati", con la finalidad de provocar un apocalíptico enfrentamiento entre la ciencia y la religión.
La primera edición en castellano de esta nueva novela es espectacular: medio millón de ejemplares. Como en "El código Da Vinci", el argumento de "Ángeles y demonios" es exagerado, peliculero, inverosímil y hasta ridículo. La novela contiene los habituales ingredientes de los best sellers, un tipo de novelas fabricadas para que gusten a un público poco exigente, que sólo busca en la literatura entretenimiento rápido y al por mayor. Dan Brown en este caso aborda el supuesto debate entre la ciencia y la religión, adoptando el estereotipado punto de vista de los científicos materialistas.
Pero el argumento y las teorías que pone en órbita son muy débiles, pues, por ejemplo, los pasajes que transcurren en el Vaticano y en el CERN suizo (el Laboratorio Europeo de Física de Partículas Elementales) son más propios de mediocres novelas de ciencia-ficción que de la literatura propiamente científica. Los poderes de la antimateria son uno de los ejes de la novela y, para Dan Brown, "la fuente de energía definitiva". Se reflejaría así la superioridad de la ciencia para recrear el origen del Universo y restar así importancia a otro tipo de valores más espirituales.
Mucha imaginación y poca literatura La imagen que proyecta de la Iglesia católica es otra vez patética. Si en "El código Da Vinci" jugaba a demostrar que la Iglesia sólo se mueve por oscuros y poderosos intereses basados en la mentira, aquí presenta una imagen más circense y menos morbosa. Hay incluso momentos en que parece que se muestra comprensible con los fines y los ideales de la Iglesia. Sin embargo, todo sería una trampa más de la Iglesia para asegurar su preponderante lugar en la sociedad. En "Ángeles y demonios" la secta que aparece es la de los "Illuminati", sociedad fundada en Baviera, en 1776, que aglutinaría a diferentes intelectuales y científicos con el fin de crear un nuevo orden mundial y contrarrestar el peso de la Iglesia católica, especialmente entre los científicos.
Los personajes que pertenecen a la Iglesia aparecen muy estereotipados, descritos de manera plana y sin matices, lo que simplifica y rebaja el supuesto debate intelectual que la novela quiere mantener entre la ciencia y la religión.
Dan Brown maneja un estilo funcional, donde todo es previsible y directo. No consigue entrar en la psicología de ningún personaje, y cuando lo hace el resultado es ridículo: por ejemplo, cuando intenta mostrar el horror de la mente del asesino.
Si por algo destaca "Ángeles y demonios" es por la capacidad imaginativa de Dan Brown para construir escenas llenas de intriga con elementos eruditos que proceden de la historia y de la arquitectura, como, por ejemplo, el análisis de las obras de Bernini. Literariamente, la novela hace agua en las descripciones, en los diálogos, en el tratamiento de la interioridad de los personajes, en las sutilezas narrativas, aunque lo más seguro es que a los lectores que se apasionan con estas historias les traiga sin cuidado la calidad literaria.