Viernes, 19 de mayo de 2006 El WSJ analiza la estrategia de comunicación del Opus Dei ante El Código Da Vinci Dos periodistas de The Wall Street Journal cuentan cómo ha evolucionado la respuesta de los responsables de comunicación del Opus Dei desde que la novela de Dan Brown se colocó por primera vez en una estantería y se convirtió luego en un bestseller hasta que Sony Pictures compró los derechos para hacer la película, que se estrena hoy en todo el mundo.

En marzo de 2003, Juan Manual Mora, director de comunicación del Opus Dei, paseaba por Nueva York con su homólogo para Estados Unidos, Brian Finnerty. Pasaron por una librería en cuyo escaparate se apilaban varios ejemplares de El Código Da Vinci, recién publicado. El libro dibujaba al Opus Dei como una organización siniestra, cosa que preocupaba a Finnerty. Mora trató de tranquilizarle: "Las pesadillas no duran siempre. Te levantas al día siguiente y olvidas que eso haya ocurrido nunca".

Tres años después, la pesadilla continúa con el estreno de la película basada en el libro, que ha vendido ya 60 millones de ejemplares.

Los responsables de comunicación del Opus Dei acordaron desde el principio poner en práctica la misma estrategia: "convertir el limón en limonada", es decir, convertir la publicidad negativa en una oportunidad para promover las iniciativas sociales del Opus Dei y las creencias cristianas.

Eso se tradujo en abrir las puertas a la prensa y al público interesado; en publicar artículos y folletos que explicaban los fines del Opus Dei y rebatían la grotesca distorsión de Dan Brown. También se rediseñó la página web (opusdei.org), que alcanzó los 3 millones de visitas el año pasado (en 2002, uno año antes de la publicación del libro, tuvo 672.000 visitas).

Cuando el libro se publicó, el Opus Dei confiaba en que podría permanecer al margen porque decir algo podría animar las ventas. Sin embargo, cuando Sony Pictures compró los derechos para hacer la película, Mora y sus colegas cambiaron los engranajes con la esperanza de que la película suavizara la imagen que presentaba el libro.

A comienzos de 2004, Thomas G. Bohlin, vicario del Opus Dei en Estados Unidos, envió una carta a Sony solicitando que el nombre del Opus Dei no apareciera en el film y pidiendo una entrevista con Amy Pascal, director del Motion Picture Group de Sony. Pascal se negó. El Opus Dei publicó entonces una carta abierta a "los accionistas, directivos y empleados de Sony" en la que pedía que apareciera al principio de la película una indicación de que estaba basada en una obra de ficción. Sony contestó que no lo harían. Según Jim Kennedy, portavoz de Sony Pictures, confiaban en que la audiencia comprendería que el film era "un thriller de ficción, no un tratado religioso ni un documento histórico".

Mora afirma que varias empresas de relaciones públicas ofrecieron al Opus Dei sus servicios, pero los rechazaron porque el Opus Dei "prefiere la pasta hecha en casa". Juan Manuel Mora es profesor de comunicación en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, ha impartido varios cursos sobre gestión de crisis y conoce bien los principios básicos. Por eso estaba convencido de que el Opus Dei no podía permanecer en silencio, que es un error que cometen muchas empresas cuando se enfrentan con malas noticias. Sin embargo, Mora afirma que los manuales sobre control de daños solo tienen una utilidad limitada cuando se trata de una organización religiosa. El Opus Dei no tiene un producto que pueda quitar de las estanterías y reenvasar. La marca de fábrica del Opus Dei es el catolicismo; sus miembros rezan a diario y procuran trabajar bien. No se trataba de cambiar eso sino de decidir si se podría cambiar el envase.

A partir de abril de 2004, personas que gobiernan el Opus Dei y otros miembros comenzaron a conceder entrevistas que han aparecido en libros, en canales de televisión y en el tema de portada de la revista Time.

En lugar del boicot o las acciones legales, el Opus Dei ha optado por promover con calma sus actividades y presentarse como una víctima de Hollywood. Normalidad en lugar de ruido. Fuente: The Wall Street Journal (suscriptores)